Odisea: estrategias fantasmas para escapar de la distopía

Juan Pablo Viteri
Universidad San Francisco de Quito USFQ

Género: Música

Grupo: Munn

Título del disco: Odisea

Año: 2021

Se pueden cerrar los ojos, pero no los oídos

David Toop

Odisea es el tercer disco de estudio de Munn, la banda Quiteña que, hace poco más de una década, hizo eco del trip-hop de Bristol de los 1990s. En su anterior trabajo discográfico, Aquí y Ahora (2014), la agrupación capitalina se movió hacia un estilo basado en un ensamble (post)rockero que no abandonó por completo lo electrónico. Siete años después, lo que se escucha es una expansión de estos recorridos. Odisea combina elementos electrónicos, experimentación sonora y tintes de rock. En las 11 canciones que lo componen, continúa la búsqueda espiritual y filosófica de sus antecesores, a la vez que alcanza nuevos niveles de sofisticación.

Lo que presento a continuación es mi revisión de Odisea. Pude haber entrevistado a la banda para indagar en sus intenciones. Sin embargo, está tan cargado de elementos y mensajes inquietantes que decidí que sería más interesante, a riesgo de especular demasiado, dar mi interpretación personal.

Recuerdo que el sonido trip-hop de Espirales (2012), el disco debut de la banda, alguna vez me hizo pensar que hay similitudes entre Bristol de finales del siglo XX y Quito del siglo XXI. Sin omitir obvias y vastas diferencias, ambas locaciones – separadas por la distancia y el tiempo – plantean escenarios grises, semi-precarios y principalmente periféricos en donde, al menos en la superficie, no se avizoran cambios. Desde este tipo de lugares grises a veces es inevitable sentir la escasez o el desmoronamiento del futuro. Si a esto sumamos  las convulsiones que hemos vivido en los últimos años, tenemos un escenario distópico, reflejo de un presente plagado de injusticias y un afán voraz de consumir el planeta.  

La respuesta de Munn en Odisea: hacer de la música un intersticio, una suerte de  espacio liminal desde el que se añora a lo que se perdió, lo que nunca fue, y lo que todavía, tal vez, podría ser. En tiempos en los que las plataformas streaming boicotean el concepto de un disco, como su nombre indica, Odisea es un viaje de 11 canciones que navegan un presente precario en búsqueda de un futuro. 

En la primera canción, 2R1: 1-4, se genera una atmósfera sonora envolvente. Los sonidos te posicionan en un espacio frío y vacío. La voz de Mariela Espinosa suena aterrorizada, como la de alguien que acaba de despertar de una pesadilla o que tuvo una revelación espantosa. Al final de este primer track, como si fuese una aparición fantasmal se escucha un sample de Alejandro Jodorowsky diciendo, “tengo una enfermedad, pero yo no soy la enfermedad. El alma es sana, será siempre sana, es inmortal porque es el todo”.

Sigue Odisea, la canción que da nombre al disco. La letra exclama en varias ocasiones “Solamente un número”. Los sonidos y beats digitales acompañados de la voz de Mariela que se multiplica de forma artificial evocan un escenario de ciencia ficción que al mismo tiempo resuena con la realidad actual. Dejamos de ser individuos para convertirnos en datos; cantidades antes que cualidades. Esa es la distopía que define el concepto del disco, la de un capitalismo amplificado por la ubicuidad de las tecnologías. 

Odisea se transforma en Latido. La canción más enigmática y, a mi parecer, la más atractiva del disco. La letra dibuja imágenes oníricas y hace un anuncio esperanzador, “la ceguera de este tiempo pronto se acabará”. El futuro es una posibilidad, pero nos corresponde concretarla. No se admiten pasividades y no hay excusas que valgan –“las excusas caen por su peso muerto”–. Sin embargo, ese futuro paradójicamente depende del regreso a un origen. 

Eclosión habla de un renacer o del nacimiento de un nuevo ser. Un post-humano que emerge para enmendar el egoísmo que lo consumió y consumió el planeta. Este ser se aleja del antropocentrismo y se declara uno y todo a la vez. Una declaración de anhelo de colectivismo y consecuencia con el planeta (narrativa que continúa en las pistas 9 y 10, Volar y Azul).

Tempestades, el tema que sigue a Eclosión, abre un nuevo capítulo. En medio de beats industriales, el canto es reemplazado por samples que, de nuevo, como voces fantasmales, reviven convulsiones y protestas que hemos vivido en este último tiempo. Este pasaje sonoro experimental, nos recuerda que vivimos en un momento de tensión y profunda incertidumbre.

En esta línea, los temas que siguen como Naufragio e Inercia, ponen en evidencia la tensión permanente entre el afán narcisista de mantener el orden, y  la necesidad de derrocarlo. Una disyuntiva que se debate entre una pasividad que amenaza con ser el final de la historia y la responsabilidad de soñar con el comienzo de una nueva; como bien lo expresa Utopía (pista 8). 

La reflexión más provocadora del disco está en Cabal, la pista 6, en la que Munn se pregunta, “¿será posible transformar? ¿salir del juego?”. Inquietudes que resuenan con las ideas de incisivos críticos contemporáneos como Frederick Jamenson y Slavoj Žižek. Estos últimos reflexionando sobre la hegemonía del orden actual han declarado que “[…] parece más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo». 

Esta es la clave; el sentido del disco. Sin pecar de excesivo pesimismo ni de un entusiasmo ingenuo, a manera de un ejercicio de imaginación radical, en Odisea, Munn se propone a trazar vías de escape. Una búsqueda de alternativas en un momento en donde parece ya no haberlas. 

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