Alicia

Alicia Ortega Caicedo
Universidad Andina Simón Bolívar, sede Ecuador

Escena 1: la pasión de lo Neutro y el “querer-vivir”

Durante los últimos meses he venido leyendo a Roland Barthes. Lo busqué por el tema del duelo. Por mi propio duelo cuando mi papá falleció. Mi padre mío. Barthes escribió algunos textos sobre su propio duelo a raíz de la muerte de su madre.  Así llego a su libro Lo neutro. En él, leo que existe una “pasión de lo Neutro”, una que conjuga el “querer-vivir”. Barthes distingue el “querer-vivir” del “querer-asir” que responde, esté último, a la lógica de los dogmatismos. Aquí hago una pausa antes de entrar de lleno al tema de lo Neutro para traer una cita que me sobrecoge. Dice que lo Neutro es la diferencia que separa ese “querer-vivir” ya decantado de la vitalidad. Y explica, a partir de un poema de Pasolini, que la vitalidad desesperada es el odio a la muerte: “me importa poco saber si Dios existe o no; pero lo que sé y lo que sabré hasta el final es que no debería haber creado al mismo tiempo el amor y la muerte. Lo Neutro es el No irreductible: un No como suspendido ante la dureza de la fe y de la certidumbre, e incorruptible por una y por otra” (60). Imposible no hacer una pausa ante tamaña declaración. No hay manera de sobrevivir cuando acontece la muerte en medio del amor. Cuando la muerte se lleva a tu amor. De ello doy testimonio. Mi madre devino otra ante la muerte de mi padre, su compañero durante sesenta años. Es ella y otra a la vez. La veo. Reconozco su cuerpo, pero no está. Permanece desasida de sí. El duelo provoca que el cuerpo se derrame. Se desparrame. El cuerpo se desconoce a sí mismo. Se desentiende de sí y del mundo. No sobreviven sus gestos, sus facciones, ni sus pasiones. Su apariencia física solamente va dejando de estar. Y no puedo decir que hay una esencia alma o mente que permanece intacta, porque eso no es verdad. Como puede algo sobrevivir por fuera de la materia corporal en la que ha encarnado durante ochenta años.. El horizonte de su vitalidad solo no existe. La mirada de mi madre apunta al vacío, o hacia algo que no alcanzo a mirar.  ¡Ay!, el rictus. El suyo. Mi madre mía de mí. Van a sobrevivir conmigo sus gestos, sus palabras, sus objetos.

Barthes me ha provisto de algunas pautas para hablar de la lengua que habito/habitamos. Propone que, desde el punto de vista léxico, lo Neutro remite, entre otros, al campo de la gramática: “género, ni masculino ni femenino”. También observa que la categoría de lo Neutro atraviesa la lengua, el discurso, el gesto, el acto, el cuerpo, etc. Lo Neutro, así pensado, desbarata el paradigma de los binarismos. Lo llevo a nuestro territorio de combate, el de la relación lengua-género: desbarata, entre otros, el paradigma de la heteronormatividad. Y ese desbarajuste encuentra su espacio de acogida, creación y expresión en el lenguaje, porque “todo pasa por el lenguaje”. Dice Barthes: “Llegaré a decir: la lengua crea lo real; al elegir la propia lengua, se elige el propio real” (84). Elegimos un real no binario ni heteronormado y elegimos nuestra lengua para acomodarla a las demandas de nuestro deseo, para crear, nombrar, decir, narrar ese real perseguido. Aquí viene otra distinción importante: lengua/habla (masa hablante/sujeto hablante): la lengua guarda las leyes del lenguaje de una comunidad / el habla es “momento de actualización, elección del sujeto”. Soy hablada por la lengua: reglas estrictas. Al mismo tiempo, me afirmo en mis elecciones vitales y las impregno en mi habla. Decido, por ejemplo, no tener que fatalmente determinarme respecto de lo masculino/femenino según dicta la norma gramatical. Me gusta reconocerme en el titubeo y la autocorrección cuando hablo en plural: digo, nosotras. Opto por el femenino inclusivo. Y es que estamos amasando la lengua que habitamos, sumándole letras, cambiando vocales, insertando símbolos, ensayando e inventando. En ese gesto nos sumamos a la vitalidad del oleaje social para jugar con la lengua, torcerla, desordenarla, irrespetarla, reinventarla. Decimos “cuerpas”, “amoras”, “todes”, “todas”, amigues, porque es la fuerza del querer-vivir la que nos dota de esa capacidad para elegir políticamente nuestro propio real y la lengua que decidimos habitar. Porque somos las hablantes quienes renovamos, actualizamos, dramatizamos, recreamos la lengua en tanto lengua viva. Sobre todo, se trata también de la disposición a la escucha: cómo quiero que tú me nombres. Soy elle, ella, otroa. Cuerpo trans, cuerpo homosexual, cuerpo feminizado, cuerpo lésbico, cuerpo marica, cuerpo hétero, y cada cuerpo construye su propio vocabulario para nombrarse. Así entonces, las defensas de la corrección lingüística, de la sujeción normativa, de ¡qué feo!, o ¡qué mal!, o ¡qué irritante!, o ¡para qué sirve! esto del plural inclusivo u otras inflexiones que acogemos para nombrarnos expresan un tremendo narcisismo que nada contra la marea de la historia.[i] La fuerza de los enunciados lingüísticos acompaña las agitaciones y movilizaciones políticas (“solo se recuerda lo que ha sido dramatizado por el lenguaje”, dice Bachelard citado por Barthes, 95). Batallamos constantemente con la lengua, “materia prima, ley del discurso”. Sigo con el libro de Barthes en mis manos, Lo neutro, y anoto (a propósito del necesario batallar con la lengua): “Esto tiene consecuencias permanentes, insistentes para los que hablamos, y que, por y en el lenguaje, debemos asumir la responsabilidad de nuestra imago ante el otro (lenguaje: el problema no es hacerse entender, sino hacerse reconocer)” (94). Subrayo: hacerse reconocer, porque de reconocimiento social se trata el asunto. Otra línea que he subrayado: “Lo Neutro sufre el peso (la sombra) de la gramática: = lo que no es ni masculino ni femenino […]. A la ‘virilidad’ o a la carencia de virilidad, la reemplazaré con gusto por la vitalidad. Hay una vitalidad de lo Neutro: lo Neutro juega sobre el filo de la navaja: en el querer-vivir, pero fuera del querer-asir” (123). Y pienso que me gusta eso del “querer-vivir” al filo de la navaja, abrazando la vitalidad, habitando una lengua no genitalizada, no virilizada. Un giro más: el asunto de la escritura y de la lengua con marca de género  nos ubica firmemente en el terreno de la ética y de la vida en común.

Escena 2: Escuadrón zapatista renombra las tierras europeas

Mi amiga y colega Cathy Walsh me preguntó hace pocos días si estaba al tanto del desembarco de los zapatistas en tierra europea. Le dije que no. Entonces me hizo el relato con el entusiasmo y vitalidad que la caracteriza cuando conversamos de estas cosas. De sus palabras retuve el verbo “renombrar”. Que renombraron las tierras a las que llegaron como acto fundante de una travesía inversa. Ese verbo despertó mi deseo de ir a la página oficial “Enlace zapatista” para seguir la noticia. Aquí va el relato:

Una delegación de siete milicianas zapatistas –Marijose, Lupita, Carolina, Ximena, Yuli, Felipe y Bernal-, escuadrón 421, inició una travesía por el Atlántico que, tras 50 días de viaje, arribó al puerto de Vigo (Galicia), estado español, el 22 de junio de este año. De allí parten a una gira internacional en 20 países europeos, a la que se suman otras delegaciones de diversos movimientos de México, de Morelos, de Chiapas, del EZLN, del Congreso Nacional Indígena y del Consejo Indígena de Gobierno. La delegación zapatista fue recibida por colectivos de todo el continente, al que rebautizaron Slumil K’ajxemk’op, que en tzotzil significa “tierra insumisa”. Los representantes de esos colectivos formaron un círculo de bienvenida al que llamaron de “espejo”, y se presentaron ante las zapatistas para aceptar y reivindicar lo que han calificado como “invasión consensuada”. La defensa por la tierra y la vida es el llamado que une a colectivos, activistas, gente de diversos orígenes geográficos. El escuadrón partió desde las Islas Mujeres, en Quintana Roo y zarparon en el velero “La montaña”, una embarcación alemana construida en 1903: “una montaña navegando a contrapelo de la historia”, según la definición de los zapatistas. La primera persona de la delegación que bajó de la embarcación y tocó suelo europeo fue Marijose, indígena trans. Fue ella quien cumplió el rol de portavoz al momento de oficialmente renombrar Europa. Estas fueron sus palabras, acerca de los objetivos de la travesía emprendida, en su intervención pública al momento del desembarco: “compartir nuestra rabia, nuestros dolores, nuestros modos, nuestras geografías y nuestras formas de lucha y también compartir modos de resistencia y rebeldía. Estamos aquí para demostrarle al sistema capitalista que otro mundo es posible. Que nunca más un mundo sin nosotros, sin nosotras, sin nosotroas” (“El desembarco”. Video Marijosé. Enlace Zapatista).[ii] El objetivo es completar una “travesía inversa” a la que hace más de 500 años hicieron a través del Atlántico los conquistadores que invadieron el continente americano. En la entrada “La travesía por la vida. ¿A qué vamos?”, de la misma página zapatista, leo: “Una aclaración: muchas veces, cuando nosotros usamos el “los zapatistas” no nos estamos refiriendo a los varones, sino a los pueblos zapatistas. Y cuando nosotras usamos “las zapatistas”, no describimos a las mujeres, sino a las comunidades zapatistas. Así que encontrará usted ese ‘salto’ de género en nuestra palabra. Cuando nos referimos al género siempre agregamos ‘otroa’ para señalar la existencia y la lucha de quienes no son ni hombres ni mujeres (y que nuestra ignorancia en el tema nos impide detallar –pero aprenderemos a nombrar todas las diferencias)”. Tomado de enlace zapatista, SupGaleano, junio 2021. Luego de leer la noticia, digo entonces: las, los, otroa, insertamos vocales allí en donde la gramática no lo ha prescrito, pero sí nuestro esfuerzo por romper el régimen binario de clasificación y encorsetamiento de la vida. Porque las palabras importan y hacemos cosas con ellas, por eso todo gesto que cobra valor político exige su propio vocabulario: hacer y nombrar, intervengo en el mundo y lo renombro para hacer de él un espacio capaz de ser habitado en dignidad por mí. Lo nombro y me proyecto. Lo renombramos. Nos renombramos. Retengo de la noticia: “otro mundo es posible”. Sí.

Escena 3: el femenino de las palabras nace

Casi al inicio de La guerra no tiene rostro de mujer, Svetlana Alexiévich nos cuenta que fue durante la Segunda Guerra Mundial cuando el mundo presenció el auténtico fenómeno femenino. Que las mujeres sirvieron en las fuerzas armadas de varios países: “En el ejército soviético hubo cerca de un millón de mujeres. Dominaban todas las especialidades militares, incluso las más ‘masculinas’. Incluso llegó a surgir cierto problema lingüístico: hasta entonces para las palabra ‘conductor de carro de combate’, ‘infante’ o ‘tirador’ no existía el género femenino, puesto que nunca antes las mujeres se habían encargado de estas tareas. El femenino de estas palabras nació allí mismo, en la guerra” (9-10). Svetlana narra en este libro el relato de las mujeres que lucharon en el ejército soviético durante la Segunda Guerra Mundial y sobrevivieron a ella. Se trata de una historia que nunca fue relatada en la historia oficial, porque se trata de otra historia. De la cita destaco: “las palabras nacen”. El femenino de las palabras nace. Son las coyunturas de la historia el motor que mueve la lengua y la reinventa. Con nuestras palabras renombramos y refundamos el mundo.


Textos citados

Alexiévich, Svetlana. La guerra no tiene rostro de mujer. Barcelona: Peguin Random House, 2016.

Barthes, Roland. Lo neutro. Buenos Aires: Siglo XXI, 2004.

Enlace zapatista. https://enlacezapatista.ezln.org.mx/


Notas de pie

[i] Hace pocos meses escribí “Lenguaje inclusivo: te nombro y nos nombramos como lo dicte la fuerza de los afectos” (que circuló primero en Facebook y luego publicado en la revista digital La periódica el 19/05/21) como reacción a un texto que circuló en diario El Universo, en el que su autor dice que el lenguaje inclusivo es cosa de “gente irritada”, entre otras joyas por el estilo. Disponible en: https://laperiodica.net/lenguaje-inclusivo-hoy/?fbclid=IwAR0zypGumtJphzsKbsyvXG7d4dsRNnaJKVcLzX4aJ7ZnSz1yRmlIeUB-tB8

[ii] Disponible en: http://enlacezapatista.ezln.org.mx/2021/06/23/el-desembarco/

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