El mapa es imparcial, no tiene opinión

Melissa Moreano Venegas
Universidad Andina Simón Bolívar
Colectivo de Geografía Crítica del Ecuador

El video Nunca es de noche en el mapa,  de Ernesto de Carvalho (Recife 2016), navega sobre las imágenes de google mapas de Recife mientras una voz en off reflexiona sobre la aparente inocuidad de los mapas. “El mapa es indiferente, libre. El mapa no necesita piernas, ni alas. El mapa no camina ni vuela ni corre, sin molestias, sin opinión. Nunca llueve dentro del mapa y no hay viento en el mapa. En el mapa no hay error ni velocidad. El mapa profesional no tiene atascos ni dirección”, nos dice la voz mientras recorre por las calles de Recife. En un momento dado, nos narra los cambios urbanísticos en una favela que llevaron a que ahora pueda entrar el auto que lleva la cámara de google y, tras él, la policía. “El mapa es imparcial, no tiene opinión”, nos repite.

Los mapas, por mucho tiempo, se veían así: como la representación de la realidad, de La Verdad. No sería hasta el giro crítico de la geografía cuando se empezaría a cuestionar el rol de la disciplina geográfica en la guerra, por un lado, y en implantar una visión del mundo como verdad, por otro. El rol de la geografía en la guerra se puede ver claramente en la comprensión que el corresponsal de guerra Tim Marshall tiene. “La clave está en el mapa”, una especie de alegato en favor de la geografía, plantea que sin la geografía los conflictos actuales no se entienden:

¿Cuál es el tamaño de un país concreto? ¿Qué recursos naturales tiene? ¿Cuántos habitantes tiene? ¿Hay defensas naturales, por ejemplo montañas, o es vulnerable porque su frontera está en terreno llano?

Una vez que hemos averiguado todo esto, debemos añadir la historia para comprender mejor la psicología del país, y de ahí pasamos a la política. Y después llegamos a las personas.

Estos pasajes ilustran el uso de la geografía –y los mapas- para el control territorial, los recursos naturales y las poblaciones que, se cree, son contenidas dentro del espacio, como si fuera una lavacara.

Ignoro si la ministra Romo o el ministro Jarrín tenían mapas impresos del Centro Histórico y del Área Humanitaria y de Paz durante el Paro Nacional de octubre de 2019. Lo que puedo constatar es que, durante los doce días de Paro, helicópteros y motocicletas de la policía transitaban por aire y tierra alrededor de la zona ocupada por los y las manifestantes, y que fue declarada de facto como “Primera zona humanitaria y de paz”; esto es, el Parque El Arbolito y la Casa de la Cultura Ecuatoriana con su ágora. La vigilancia aérea y terrestre les permitió sin duda delinear el espacio, establecer los flujos que lo producen, quizás dibujar el mapa de la zona y establecer la estrategia que emplearían durante todo el Paro: desplazar la zona de conflicto y enfrentamiento, históricamente ubicada en el Centro Histórico de Quito alrededor del Palacio de Gobierno, hacia las zonas que, históricamente, habían sido sitios de convocatoria, reunión y descanso de los y las manifestantes en Quito: El Arbolito y la Casa de la Cultura Ecuatoriana con su ágora. Una estrategia, por así decirlo, de planificación y ordenamiento del espacio.

No es nuevo que el estado use mapas, planificación territorial y fuerza militar y policial para desplazar a poblaciones, transformar el espacio y hacerse con los recursos naturales. Cuando en 2013 la Iniciativa Yasuni-ITT fue cancelada, el entonces ministerio de Justicia presentó mapas que despoblaban estratégicamente las áreas de las cuales se deseaba extraer petróleo, eliminando de un “plumazo” a los pueblos aislados Tagaeri Taromenane. Hoy, la extracción petrolera se realiza en las zonas donde estos pueblos, que mantienen una territorialidad itinerante, habitan aunque el mapa exhiba espacios vacíos surcados por líneas que delimitan bloques petroleros. De manera similar, desde 2015 empresas mineras ansiosas de extraer el cobre de la Cordillera del Cóndor, apoyadas por el estado ecuatoriano, materializan sobre el terreno los mapas que han dibujado: allí donde vivían los vecinos del barrio San Marcos en la parroquia Tundayme en Zamora Chinchipe instalaron una piscina “pequeña” de relaves de la mina; allí donde habían bosques biodiversos abrieron carreteras, cavarán el agujero de una gran mina y crearán una nueva montaña de desechos, tan grande como las que ahora se cubren de bosque; y allí donde está el río Tundayme instalarán una gran relavera con el dique de contención más grande del país, de 240 metros de altura. En Morona Santiago, la comunidad Shuar Nankintz fue borrada del mapa; en su lugar hoy está el campamento minero “La Esperanza” de la misma empresa minera que está en Tundayme.

Joseph Zárate lo dice claramente: “lo que no está en el mapa no existe” (28), y nos cuenta que en Perú, igual que en Ecuador, la producción de mapas es ahora un terreno en disputa. Y es que los mapas sí tienen opinión. Históricamente estos dibujos de la tierra han escondido, invisibilizado, borrado, poblaciones enteras, mientras han señalado la existencia de jugosos recursos naturales y las rutas para explotarlos: han impuesto la opinión del capital. Zárate recalca: “seiscientos años atrás las cartas de navegación convirtieron en imperios a España, Portugal e Inglaterra”.

Hoy los mapas, tras haber sido vapuleados, son reclamados. Los mapas también pueden ser importantes vehículos para develar lo que oculto está. Las comunidades asediadas se han convertido en contra-mapeadoras de las injusticias territoriales. A nosotras, geógrafas críticas, el contra-mapeo nos ha servido para mostrar la cruenta realidad del feminicidio y de la criminalización del aborto en Ecuador, el asedio militar al territorio Shuar, los sitios sagrados en varios territorios indígenas que están amenazados por el auge mega-minero. Durante el Paro Nacional el contra-mapeo nos sirvió para mostrar la producción de las Zonas humanitarias y de paz, realizada por los y las manifestantes y el pueblo quiteño que se solidarizó con el Paro, y su transmutación en zonas de asedio y ejercicio de violencia directa y desproporcionada por parte de las fuerzas represivas del estado. Es lo que vemos en este mapa:

Fuente: Colectivo de Geografía Crítica del Ecuador, 2019. En base a la información proporcionada por la Alianza de organizaciones de Derechos Humanos.[1]

Este mapa nos muestra lo que venía ocurriendo desde el 5 de octubre, cuando los y las manifestantes indígenas comenzaron a llegar de todas partes del Ecuador al Parque El Arbolito y al ágora de la Casa de la Cultura Ecuatoriana. Ambos espacios han sido históricamente los lugares donde los movimientos sociales del Ecuador se convocan para preparar las movilizaciones, para deliberar y descansar. Allí se instalaron cocinas y comedores comunitarios, rondas de canto y baile, camas generales, espacios de cuidado de guaguas, puestos médicos ambulantes, centros de organización de las donaciones, que desde el 9 de octubre co-existieron con barricadas, incursiones policiales y una atmósfera cargada de gas y sonidos de disparos. Así las zonas humanitarias y de paz fueron transformadas en espacios donde la violencia estatal se ejercía. El carácter violento de la respuesta estatal contra una población que se manifestaba legítimamente se resume en estas palabras del ministro Jarrín en cadena nacional el 6 de octubre: “no se provoque a la fuerza pública, no la desafíen, no hay que agredir a los militares”,[2] y del 7 de octubre en un medio de comunicación privado: “Actos criminales o de terrorismo serán repelidos con la fuerza en sus reales términos, como emplean las fuerzas armadas de ser necesario. No se olvide que las Fuerzas Armadas, orgullosamente, tienen experiencia de guerra”.[3]

Pero el mapa nos muestra aún dos elementos adicionales. El primero, que el Centro Histórico, amurallado y militarizado (aún hoy quedan las mallas y alambres que recuerdan la agresividad de la represión durante el Paro Nacional), otrora escenario de la confrontación política, se imaginaba lejos, vacío, despoblado. Tal como debieron quedar San Marcos y Nankintz luego de su vaciamiento forzado. El estado de excepción decretado en todo el territorio nacional a causa del Paro Nacional nos recordaba aquel otro estado de excepción decretado por dos meses entre diciembre de 2016 y enero de 2017 en todo el territorio de la provincia de Morona Santiago, para protección de la minera.

Palacio de Carondelet pocos días después de concluido el Paro Nacional, sede del Gobierno del Ecuador, ubicado en el centro histórico de Quito. Foto: Nancy Burneo

Barrio San Marcos en la parroquia Tundayme, Zamora Chinchipe, militarizado en 2015 para expulsar a sus habitantes y dar paso al proyecto mega-minero Mirador. Foto: Karolien van Teijlingen.

El segundo elemento que devela el mapa es la onda expansiva de la violencia estatal, que inició el 9 de octubre y se extendió hacia lo que fue la Segunda zona humanitaria y de paz: las Universidades y la iglesia de El Girón. La represión se desplazó a estas zonas por primera vez en este día, y varias veces más a lo largo del Paro Nacional.

Las zonas humanitarias y de paz fueron espacios de acogida, de contención y de sustento. Las comunidades y familias movilizadas llegaron con comida, cocinas y tanques de gas para habitar el espacio. Este movimiento de traer la vida a cuestas, guaguas y ancianos, transformó al Parque El Arbolito y el ágora de la Casa de la Cultura Ecuatoriana; y a los coliseos, pasillos y aulas de las universidades en habitaciones y sitios de deliberación política. En una ebullición de vidas y voluntades, el Paro Nacional se reproducía en ese espacio y lo trasformaba, en lo que Henri Lefebvre reconoce como los flujos que producen espacio, similares a las mareas permanentes de mercancías y de migrantes que producen el espacio global. El ir y venir de manifestantes de todo el país hacia la capital y el desplazamiento incesante de habitantes de Quito que recogían donaciones de todos los barrios y las transportaban a las Zonas humanitarias y de paz para sostener el Paro, produjo un espacio de solidaridad e irreverencia.

Días después de finalizado el Paro y refiriéndose a esta transformación y ocupación del espacio, Nina Pacari dijo: “Los pueblos indígenas cuando estamos en una fiesta o en una movilización hacemos uso del lugar y es territorio también indígena”, palabras que desde la geografía crítica describen el hacer lugar y que bien podría ser también hacer territorio. Las mismas palabras son recibidas con estupefacción y expresiones racistas por quienes seguro han visto unos mapas y no otros. Para ilustrarnos miremos entonces este mapa del Ecuador con la bien conocida división política-administrativa y con sus territorios indígenas:

Fuente: Colectivo de Geografía Crítica del Ecuador en base a información del IGM 2018, Condenpe 2012, Raisig 2016.

Este contra-mapa, que lo es en tanto revela lo que oculto está, no hace más que mostrar lo que ocurre en distintas partes del mundo donde diversos grupos reclaman territorios particulares sin pretensiones de desmantelar los territorios nacionales, necesariamente. Los territorios indígenas en Ecuador constituyen formas propias de construcción de la identidad y auto-organización política en permanente negociación con el estado, lucha que devino en el reconocimiento del Ecuador como estado plurinacional. Las expresiones racistas surgidas a raíz de la afirmación de Nina Pacari revelan que el estado plurinacional es una lucha permanente. También develan, sin sorpresa, el arraigado racismo de la sociedad ecuatoriana y lo que Pablo Campaña llama “una ignorancia oceánica sobre los pueblos indígenas”.

Por supuesto, ni siquiera nuestros contra-mapas son capaces de capturar la complejidad de la experiencia humana. Si para Ernesto de Carvalho “en el mapa no hay gobierno, en el mapa no hay guerra civil, no hay golpe de estado, ni revolución”, en nuestros mapas del Paro Nacional no hay afectos, no hay miedo, ni siquiera hay cuerpos. “Nunca es de noche en el mapa”.


Referencias citadas

Campaña, Pablo. “¿Por qué cuesta tanto comprender a los indígenas”. Corredores migratorios, 11 de octubre de 2019. Disponible en:

http://corredoresmigratorios.com/tag/levantamiento-indigena-ecuador/

Carvalho, Ernesto. Video Nunca é noite no mapa/ Its never Nighttime in tne Map. Recife, 2016. Disponible en: https://vimeo.com/175423925

Lefebvre, Henri. La Producción del Espacio [1974]. Capitán Swing. 2013.

Marshall, Tim. «La clave está en el mapa». Diario El País, 20 de mayo de 2017. Disponible en: https://elpais.com/internacional/2017/05/19/actualidad/1495192079_342641.html

Pacari, Nina. Intervención en el programa televisivo «Políticamente Correcto» de Ecuavisa, 3 de noviembre de 2019. 

Zárate, Joseph. «Guerras del interior». Editorial Debate. Segunda edición. 2019.



Notas al pie

[1] Conformada en el marco del Paro Nacional por la Comisión Ecuménica de Derechos Humanos (CEDHU), el Comité Permanente por la Defensa de los Derechos Humanos (CDH), la Fundación Regional de Asesoría en Derechos Humanos (INREDH), la organización SURKUNA, la Fundación Idea DIGNIDAD y la organización Amazon Frontlines.

[2] Ver “Ministerio de Defensa: ‘no se provoque a la fuerza pública, no la desafíen, no hay que agredir a los militares’”, 6 de octubre de 2019, en: https://www.elcomercio.com/actualidad/ministerio-defensa-militares-provocacion-manifestaciones.html

[3] Ver “Oswaldo Jarrín analiza situación del bloqueo de vías”, 7 de octubre de 2019, en: http://www.teleamazonas.com/2019/10/oswaldo-jarrin-analiza-situacion-del-bloqueo-de-vias/

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