Alejandro Moreano
Universidad Andina Simón Bolívar
Universidad Central del Ecaudor
El lunes 5 de agosto de 2019 murió a los 88 años la escritora estadounidense Toni Morrison, la primera mujer negra en ganar el Premio Nobel de Literatura en 1993. Autora de once grandes novelas; entre ellas, La canción de Salomón (1977), que la lanzó a la fama y obtuvo el premio Nation Book Critics Circle Award, y su trilogía, eje de su obra, Beloved (1987), ganadora del Premio Pulitzer, Jazz (1992) y Paraíso (1997). Infatigable crítica a la opresión de la población negra de Estados Unidos, editora de textos sobre la vida social y política de su país y del mundo, aguda estudiosa de la literatura y el arte que reivindica a los artistas y personajes afroamericanos invisibilizados, impulsora del jazz y la danza y, sobre todo, constructora de una forma artística que recoge las mitologías negras, la tradición oral, la música, el jazz particularmente, dueña de una imaginación desbordante y de un lenguaje deslumbrante que sobrecogen a sus lectores. Toni Morrison fue además promotora de activistas, artistas y pensadoras negras.
Entre estas estuvo en primer lugar Angela Davis. En 1972 se toparon cuando Angela, de 26 años, llevaba una agitada vida revolucionaria, activista de las Panteras Negras, militante del Partido Comunista y perseguida política acusada de asesinato y secuestro por el caso de “Los hermanos de Soledad”, del cual gracias a la presión mundial quedó absuelta en 1973. Toni Morrison la estimuló para que escribiera su autobiografía, y Angela se resistió en principio: “Toni me contactó. Pero yo no estaba interesada en escribir una autobiografía. Era muy joven, creo que tenía 26 años. ¿Quién escribe una autobiografía a esa edad?” (en Zas Marcos). Sin embargo, las tendencias de la cultura afroamericana muestran una amplia inclinación por la autobiografía. Así, por ejemplo, la escritora Maya Angelou escribió siete autobiografías. ¡Siete! Siete vidas como un gato. De hecho, el fenómeno tan extendido de la narración autobiográfica de los esclavos fue la principal herramienta de propaganda política utilizada por el movimiento abolicionista. En palabras de Morrison, diríamos, la vida es memoria y literatura, tantas vidas, tantas ficciones; la memoria es la dialéctica trágica de intimidad e historia. En los meses siguientes, Angela se trasladó a la casa de su mentora. “Davis tenía las experiencias y Morrison el olfato. Esta última le hacía las preguntas precisas para que la primera plasmase en palabras la imagen mental que todos los lectores querrían conocer: ¿Cómo era la celda? ¿A qué olía?” (Zas Marcos). Al final de un arduo trabajo, Angela pudo concluir su Autobiografía, publicada en 1974, considerada uno de los más importantes documentos y testimonios políticos de la época.
Angela Davis, política y feminismo negro
Angela Davis era una suerte de milagro de actividad revolucionaria, tan rica, diversa y múltiple que Toni Morrison la consideró digna de una Autobiografía. Una serie de acontecimientos favorecieron su formación en el marxismo, el comunismo y en la lucha callejera. Nació en Birmingham, en el sureño estado de Alabama, bajo el imperio de las “leyes Jim Crow” que imponían la segregación racial en las escuelas, el transporte, las plazas e incluso en los baños y los restaurantes. Vivió su niñez en “Colina Dinamita”, llamada así por la acción dinamitera de miembros del ku klux klan contra la población negra del barrio. Sus padres eran miembros de la Asociación Americana para el Avance de la Gente de Color (NAACP), y fueron por ello perseguidos. Becada en Nueva York a los 14 años, se alojó en casa del pastor William Howard Melish, opositor del macartismo y miembro de la Organización de Amistad Americano-Soviética. Leyó el Manifiesto Comunista, una obra que, como cuenta en su autobiografía, la “golpeó como un rayo” y le permitió ligar la problemática de los negros “en el contexto del gran movimiento de la clase trabajadora”.
En Nueva York formó el grupo socialista Advance, con muchachas de izquierda, participó en las famosas “sentadas”por los derechos civiles cuando tenía 16 años, viajó becada a la Universidad de Brandeis, leyó a Jean Paul Sartre, asistió a conferencias sobre literatura de James Baldwin ˗activista por los derechos civiles de los negros y autor de Ve y dilo en la montaña (1953), considerada una de las 100 mejores novelas del Siglo XX, volvió a viajar con apenas 20 años a Londres, París, Lausana y Helsinki donde asistió al Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes, estuvo en conferencias de Teodoro Adorno y en un curso de Marcuse sobre la Modernidad europea, se inscribió en la Facultad de Filosofía de la Universidad J. W. Goethe de Fráncfort en 1965, a los 21 años, y se integró a la Federación Socialista Alemana de Estudiantes –de la que fueron miembros, entre otros, Ulrike Meinhof y Rudi Dutschke, iconos del 68 alemán y europeo- y participó activamente en la lucha contra la invasión norteamericana a Vietnam, pero regresó a Estados Unidos dos años después, deseosa de integrarse en la lucha por la emancipación de los afroamericanos que se hallaba en auge. Fue entonces que ingresó a las Panteras Negrasy al Partido Comunista
La organización de las Panteras Negrascobró gran fuerza precisamente en la época de su participación. Estuvo integrada y dirigida mayoritariamente por mujeres, y puso la lucha por los derechos femeninos al mismo nivel de la lucha de clases y racial. El grupo apoyó además el derecho al aborto y promovió el modelo africano de familia extensa en contraposición a la familia nuclear. El gesto de Tommie Smith, medalla de oro, y John Carlos, medalla de bronce de los 200 metros, de levantar el puño con guante negro en alto en la ceremonia de premiación de los Juegos Olímpicos de México cuando se tocaba el himno nacional de su país, les dio gran notoriedad.
El Partido alcanzó su apogeo en 1970, con oficinas en 68 ciudades y miles de militantes al punto que el FBI, dirigido por el eterno John Edgar Hoover, feroz macartista y anticomunista, declaró a las Panteras Negras“la mayor amenaza interna para la seguridad del país”. Por esas fechas, ingresó en la Universidad de California en San Diego, atraída por Herbert Marcuse, profesor de la misma y uno sus mayores guías intelectuales, quien aceptó dirigir su tesis, inicialmente en manos de Teodoro Adorno. Más, acusada de militante comunista e involucrada en el caso de “Los Hermanos de Soledad” y perseguida con saña, fue expulsada de la Universidad. El FBI la nombró una de las “diez criminales más buscadas”, y empapeló las calles con su retrato “Wanted by the FBI”. Fue arrestada a los dos meses en un motel neoyorquino, luego de un proceso, “kafkiano” según recuerda, de ser perseguida y ocultar su pelo afro tras una peluca lisa. Su apresamiento se hizo legendario. Era octubre de 1970. Angela estaba sentada en el patrullero estacionado a la puerta del motel con las manos esposadas, en un tenaz y orgulloso silencio ante las preguntas clásicas de la policía sobre su identidad. El agente intentó ser amable: “Señora Davis, ¿quiere un cigarrillo?”. Angela, rompió el silencio: “De ti no”.
Estuvo presa por 15 meses, durante los cuales continuó su activismo político y publicó su libro If They Come in the Morning: Voices of Resistance (1971). Su encarcelamiento devino también legendario, pues la campaña FREE ANGELA fue uno de los episodios más importantes de los movimientos de protesta en la primera mitad de los 70. Se volvió una imagen viral en camisetas, pancartas y folletos. En 1971, Pablo Milanés compuso para ella “Canción para Angela Davis”. En 1972, los Rolling Stones le dedicaron “Sweet Black Angel” y Jhon Lennon y Yoko Ono, “Angela”, de su álbum Some Time in New York City. Se convirtió en el icono de la lucha antirracista que estaba en auge en Estados Unidos y en el mundo entero. Salió en libertad en febrero de 1972. Poco después entró en contacto con Toni Morrison e inició la escritura de su Autobiografía. Era la época de la mayor grandeza de la lucha revolucionaria del siglo XX. La era de la insurgencia de la lucha guerrillera del Che y poetas como Roque Dalton, Javier Heraud, Paco Urondo, la construcción de soviets en Brasil, Argentina y, sobre todo, en el Chile de la Unidad Popular, la época en que las guerrillas vietnamitas pusieron a la naturaleza –avispas, estacas, sapos, un Vietnam de túneles- en contra del ejército más poderoso de la historia de la humanidad y lo derrotaron, la época de las contraculturas, los hippies y la generación Beat, los Beatles y los Rolling Stone, Woodstock, los muros de París y la “imaginación al poder”. En un momento culminante de esa etapa escribió Mujeres, Raza y clase (1981).
Ya en los 80, miembro del Comité Central del Partido Comunista, fue candidata a Vicepresidenta en fórmula con Gus Hall, en 1980 y 1984. Visitó la Unión Soviética y recibió el Premio Lenin de la Paz. En 1991, abandonó el Partido Comunista y fundó los Comités de Correspondencia para la Democracia y el Socialismo (CCDS). En el marco de las dos últimas décadas del siglo XX, el derrumbe de la URSS y del Pacto de Varsovia, el tercermundismo y el fortalecimiento de la hegemonía norteamericana, Angela se consolidó a nivel académico en varias universidades, incluida la Unidad de California en Santa Cruz, en diálogo con figuras tales como Donna Haraway, Hayden White y Teresa de Lauretis. En 1998 publicó una colección de sus artículos que abarca casi tres décadas.
En la edición de febrero de 1997, de la revista gay estadounidense Out, se declaró lesbiana. En 1998, promovió la recuperación de las grandes cantantes del blues y del jazz del primer tercio del siglo XX: Ma Rainey, Bessie Smith, Billie Holliday. En estas últimas décadas, su activismo se ha concentrado en la lucha contra el sistema carcelario norteamericano y mundial, tesis que la venía explorando desde las luchas de 1970 cuando se produjeron los asesinatos e incidentes del caso de “Los hermanos de Soledad”. Fundó el Critical Resistance, en Estados Unidos, y participa en Sisters Inside, organización abolicionista con base en Australia. Los casos más emblemáticos de sus luchas han sido el de Mumia Abu-Jamal, miembro de Panteras Negras, condenado a muerte desde 1982, y, en un acto de mucha valentía, el de Arnaldo Otegi, dirigente del ETA y prologuista de una edición de su Autobiografía. En esta época escribió ¿Son obsoletas las prisiones?, que forma parte de Democracia de la abolición. Prisiones, racismo y violencia, editado en castellano, 2016. La abolición de las cárceles como eje de su activismo es consubstancial a su visión política: “La forma más pandémica de violencia en el mundo es la violencia de género. Debemos comprender la relación que hay (…) entre la violencia que se expresa a escala individual y la violencia en las cárceles, las guerras y la que proviene de la Policía. Esto es algo que las mujeres de color han vivido” (Davis, 2016, 135). El número de negros y negras en las prisiones es muy alto, y el número de prisioneros en las cárceles estadounidenses es el mayor del mundo. En Estados Unidos la lucha en las prisiones es de gran importancia y relieve.
Mujeres, raza y clase
Angela Davis se remite a las legendarias palabras de Sojourner Truth:
¿Acaso no soy una mujer? ¡Mírenme! ¡Miren mis brazos! ¡He arado y sembrado, y trabajado en los establos y ningún hombre lo hizo nunca mejor que yo! Y ¿Acaso no soy una mujer? Puedo trabajar y comer tanto como un hombre si es que consigo alimento, y puedo aguantar el latigazo también. Y ¿Acaso no soy una mujer? Parí trece hijos y vi cómo todos fueron vendidos como esclavos, cuando lloré junto a las penas de mi madre nadie, excepto Jesús Cristo, me escuchó y ¿Acaso no soy una mujer?[1]
Parafraseando a la propia Angela Davis, podríamos decir: “Sojourner Truth era mujer, era negra y era trabajadora. ¡Vaya aberración!”. Pero el discurso de Sojourner Truth no es una oración ni una tragedia, ni siquiera un drama. Es un himno. Y ese himno lo canta Angela Davis en su libro. Angela Davis no escatima esfuerzos por presentar las condiciones crueles de represión y violencia que vivieron las negras en la época de la esclavitud: violación como sistema, látigo, trabajo extenuante en las minas de carbón, en las fundiciones de acero, en la tala de árboles o abriendo zanjas, en industrias pesadas como madereras, refinerías de azúcar, y los molinos de arroz, como sustituto de las bestias de carga para tirar de las vagonetas en las minas en el Sur. Las mujeres negras eran a la vez trabajadoras: las tres opresiones en una sola. Pero resistían, luchaban y unificaban las tres dimensiones de la lucha. Angela se empeña en mostrarlas y explicar las causas.
Eran consideradas “paridoras” –“todoparidoras” en la terminología de don Miguel de Unamuno. “Animales cuyo valor monetario podía ser calculado de manera precisa en función de su capacidad para multiplicar su número”, y sus crías, objeto de propiedad y venta del amo. Sojourner Truth era una todoparidora, 13 hijos todos esclavos. En el último tramo anterior a la Guerra Civil, la demanda de esclavos aumentó considerablemente y, con ello, la importancia de las “paridoras”: “En el Sur, el número de esclavos aumentó de 857.000, en 1800, a casi 4.000.000 en 1860”, nos recuerda la traductora, Ana Varela Mateos. Terrible la “libertad” de la independencia de los Estados Unidos. En esas condiciones, las esclavas negras, tal como lo dicen Sojourner Truth y Angela Davis, no podían ser vistas como el “sexo débil”, aptas para ser solo amas de casa. Angela, al igual que las feministas radicales, considera que la industrialización debilitó la actividad productiva de las mujeres en la casa, como tejedoras, por ejemplo. “La fractura entre el hogar y el mercado provocada por el capitalismo industrial instauró la inferioridad de las mujeres más firmemente que en ninguna otra época anterior. En la propaganda más difundida, la ‘mujer’ se convirtió en sinónimo de ‘madre’ y de ‘ama de casa’” (2005, 20), nos dice Angela. Pero nos recuerda que las mujeres negras no podían ser consideradas así, dada su enorme actividad productiva. Más aún, para los amos blancos las esclavas eran más rentables que los esclavos: costaba menos mantenerlas y producían igual o más que los hombres.
Los patrones reafirmaron esa realidad con maña: se reconocía solo la maternidad de los niños, desconociendo la paternidad de los esclavos. Frente a tales realidades, los estudiosos del siglo XX dieron por hablar del matriarcado negro. Se hizo famoso el llamado “Informe Monhiyan”que señalaba que la pobreza de la población negra de los Estados Unidos tenía como causa la desestructuración de la familia en la que el hombre estaba subordinado a la mujer y los hijos crecían sin la autoridad paterna y, en consecuencia, sin normas ni hábitos. Muchos estudiosos concordaban con el “Informe Monhiyan”. Más, según Angela, en 1976 Herbert Gutman publicó su extraordinario trabajo The Black Family in Slavery and Freedom, en el que demostraba la existencia de familias negras integradas por marido, esposa, hijos y otros familiares. A partir de tal constatación, Angela Davis analiza el carácter de la familia y de la mujer negra en la esclavitud. Parte de que la vida doméstica en comunidad era el lugar de una experiencia humana en donde los esclavos podían ser ellos mismos. La fuerza y vitalidad de la esclava se convertía en fuerza para la familia y la comunidad: “En esos momentos en los que estaba sufriendo su única opresión como mujer, ella estaba siendo emplazada a ocupar un lugar central dentro la comunidad esclava. De este modo, ella era esencial para la supervivencia de la comunidad” (Davis, 2005, 25). En las redes de estos días circula una imagen muy bella: una esclava negra dando de mamar al marido exánime, medio muerto, abrumado por el trabajo y el látigo. Tal fuerza las convirtió en rebeldes, capaces de resistir la violencia y enfrentarse a los amos. Angela exalta el ejemplo de dos esclavas negras legendarias: Margaret Garner y Harriet Tubman.
Harriet Tubman, 1820-1913, la más famosa de todas, se distinguió al principio por haber conducido a través del célebre “ferrocarril subterráneo” –un sistema de redes clandestinas formado por negros libres, blancos abolicionistas y los llamados cuáqueros– a esclavos fugitivos hacia el Norte, primero, y al Canadá, después, durante la época en torno a la Guerra Civil: “Fui guía del ferrocarril subterráneo durante ocho años, y puedo decir algo que no todos los guías pueden hacer, y es que yo no perdí ningún pasajero”, declaró tiempo después. Sus beneficiarios la llamaban Moisés. Y fue una guerrera. Participó activamente en la Guerra Civil: la liberación de 700 esclavos, el asalto al Fuerte Wagner, el cuidado de los heridos estuvo en sus manos.
Por otra parte, Angela cita al historiador marxista Herbert Aptheker sobre Margaret Garner: “una esclava fugitiva que cuando fue atrapada, cerca de Cincinati, mató a su propia hija e intentó quitarse la vida. Se alegraba de que la niña hubiera muerto -ahora nunca sabrá lo que sufre una mujer siendo esclava- e imploraba ser juzgada por asesinato. Iré cantando a la horca antes de que me devuelvan a la esclavitud” (Davis, 2005, 30). Esta historia le servirá a Toni Morrison para su mejor novela Beloved. Angela menciona también entre las grandes rebeldes a Ann Wood, una adolescente que condujo un carromato de chicas y chicos armados en su huida hacia la libertad y que debieron enfrentarse a tiros con tratantes de esclavos, logrando empero escapar. El texto fundamental de Angela Davis tiene como objetivo desarrollar, a partir de las mujeres negras, la perspectiva de la integración de las luchas contra la esclavitud y la segregación racial, el patriarcado y la emancipación de los y las trabajadoras. Relievará las tendencias a favor de la unificación, analizará y lamentará –condenándolos- sus fracasos.
Una panorámica de los Estados Unidos después de la Guerra Civil nos muestra las tres problemáticas señaladas. En primer lugar, sucesivas leyes fueron privando a la población negra del Sur de todos sus derechos políticos, sustituyendo el antiguo esclavismo por una criminal segregación racial. Se formó el ku klux klan y se desarrolló la política de linchamientos. Las mujeres negras se convirtieron en trabajadoras domésticas de los hogares blancos, en donde las mujeres no escatimaban actitudes represivas y los hombres no cejaban en su actitud de violadores. Dicha situación se mantuvo hasta avanzado el siglo XX. Angela nos recuerda que: “Según el censo de 1940, en vísperas de la guerra, el 59,5% de las mujeres negras con un empleo eran trabajadoras domésticas” (2005, 103), porcentaje que se mantuvo décadas después. Por otra parte, Estados Unidos vivía una rápida expansión industrial; primero, en el Norte y, luego de la Guerra Civil, en el Sur. Los sindicatos se fortalecieron, y en las últimas décadas de siglo XIX y primeras del XX se produjeron grandes huelgas: como la del primero de mayo de 1886 por la jornada de 8 horas, que llevó al fusilamiento de los Mártires de Chicago, las huelgas de mujeres como la de las Planchadoras de Troy (1867), la Huelga de Camisas de Nueva York (1909), el Levantamiento de los 20.000 en donde brilló la legendaria Clara Lemlich y la famosa del Pan y las Rosas de las obreras textiles de Lawrence de Massachusetts (1912).
Por otra parte, las mujeres blancas sufrían las leyes sobre el matrimonio que las privaban de sus derechos económicos y otorgaba a los hombres todos los “privilegios” incluso de castigarlas. Resentían también de su exclusión de la educación y de la vida profesional. Surgió entonces la tesis, desde la famosa “Declaración de sentimientos”, de Seneca Falls, en 1848, del sufragio para las mujeres que tiempo después desplegó un movimiento insurgente que se tomó las calles de los Estados Unidos. En esa perspectiva, Angela reconoce que muchas mujeres blancas formaron parte activa en la lucha antiabolicionista en la Sociedad Antiesclavista Femenina. Se distinguieron, con mucha integridad humana, Lucretia Mott y las hermanas Grimke, entre otras. Angela señala también la relación entre las luchas directas de los negros y las mujeres trabajadoras que incluso coinciden en las fechas: Rebelión de Nat Turne (1831), que marca el inicio de la lucha abolicionista, la huelga de obreras en las fábricas textiles de Lowell, Massachusetts (1836), que marchaban por la ciudad cantando:
Oh, no puedo ser una esclava,
no seré una esclava.
Oh, cuánto aprecio la libertad,
no seré una esclava (en Davis, 2005, 42)
A la vez, Angela recuerda a mujeres trabajadoras impulsando la propuesta del sufragio femenino como Clara Lemlich, que señaló que el mismo era necesario para mejorar la vida de las mujeres trabajadoras, tanto dentro como fuera del lugar de trabajo. Sin embargo, el proceso no marchó por la senda de la unidad. Así, la Convención de Seneca Falls sobre los derechos de la mujer, realizada en julio de 1848, considerada punto de partida del feminismo norteamericano, no tomó en cuenta las problemáticas de las mujeres negras ni de las mujeres trabajadoras. Se inició una posición que dura hasta ahora: el feminismo blanco excluyente. Ya después de la Guerra Civil se dio un grave enfrentamiento entre las sufragistas mujeres y el movimiento negro que reclamaba el derecho al voto para los negros del Sur, promovido hábilmente por las clases dominantes del Norte y del Sur, alineadas en los Partidos Republicano y Demócrata. Lamentablemente, según Angela Davis, las dirigentes sufragistas terminaron por aceptar las tesis racistas que consideraban que el voto femenino era la manera de mantener la supremacía blanca en todos los Estados Unidos y derrotar a negros y negras, inmigrantes de las periferias y trabajadores nativos analfabetos.
En el ámbito del trabajo también se presentaron problemas que dificultaron la integración. Los sindicatos nacionales crecieron mucho en esa época, 30 en total, y aunque las mujeres eran numerosas, la mayoría en la industria de la confección, el patriarcado era tan poderoso que solo en las organizaciones tabaqueras y del sector de la imprenta fueron admitidas. Buena parte de la población trabajadora norteamericana de la época estaba integrada por mujeres, sobre todo en la industria textil: “En las fábricas textiles esparcidas por toda Nueva Inglaterra había 38.927 obreras frente a 18.539 obreros. Un horario increíblemente dilatado, de doce, catorce y hasta dieciséis horas diarias, unas condiciones de trabajo atroces, unas instalaciones para alojarse inhumanamente” (2005, 62), nos recuerda Angela. En principio las dirigentes sufragistas y sus colegas en el periódico Revolution, hicieron importantes contribuciones a la causa de los y las trabajadoras, y lograron la admisión de mujeres en grandes sindicatos de la imprenta y de la confección. Sin embargo, la mitificación de los derechos de las mujeres las llevó a aceptar que pudieran trabajar de esquirolas. Angela cita a Susan B. Anthony
La oligarquía más odiosa jamás establecida sobre este planeta era el dominio de los hombres sobre las mujeres. Una oligarquía de la riqueza, en la que el rico gobierne al pobre; una oligarquía del saber, en la que los instruidos gobiernen a los ignorantes; o, incluso, una oligarquía de la raza, en la que los anglosajones dominen a los africanos, se podría soportar; pero esta oligarquía del sexo, que convierte a los padres, a los hermanos, a los maridos y a los hijos en los oligarcas sobre las madres y las hermanas, sobre las esposas y las hijas en todos los hogares y que instituye a todos los hombres en soberanos y a todas las mujeres en súbditas conduce a la discordia y la insubordinación en todos los hogares de la nación (en Davis, 2005, 145).
Exclusión de negras y negros, trabajadores, migrantes: “De hecho, éstos eran los tres grupos de personas cuyo trabajo era explotado y cuyas vidas eran sacrificadas por los Morgans, los Rockefellers, los Mellons y los Vanderbilts, es decir, por la nueva clase de capitalistas monopolistas que estaban erigiendo despiadadamente sus imperios. Ellos controlaban tanto a los trabajadores inmigrantes en el Norte como a los antiguos esclavos y trabajadores blancos pobres que mantenían en funcionamiento las nuevas industrias ferroviaria, minera y siderúrgica en el Sur” (2005, 120), nos informa Angela. De los ocho millones de mujeres que integraban la fuerza de trabajo durante la primera década del siglo XX, más de dos millones eran negras. Y a diferencia de las blancas, las negras trabajadoras fueron apoyadas por los trabajadores negros. En la fundación del Sindicato Nacional de Trabajadores de Color, las mujeres fueron aceptadas con alegría:“no queremos cometer, dijeron los trabajadores negros, los mismos errores en los que hasta ahora han incurrido nuestros conciudadanos blancos al ignorar a las mujeres” (en Davis, 2005, 142). Y eligieron a una mujer, Mary S. Cary, para ocupar un puesto en el comité ejecutivo del Sindicato.
Hubo muchas mujeres negras que hicieron campaña por el sufragio femenino. Y hubo importantes dirigentes negros como W. E. B. Du Bois que las apoyaron. Para mostrar las diferencias, Angela cita un pasaje de Du Bois sobre la marcha de las sufragistas de 1913, en donde se advierte que mientras los blancos las atacaban a veces a golpes en defensa de “las gloriosas tradiciones de la masculinidad anglosajona”, los negros manifestaban una profunda simpatía. En resumen y en la perspectiva de la unificación de las luchas de género, raza y clase, las mujeres negras fueron las más activas y consecuentes. En los siguientes capítulos de Mujeres, raza y clase, la política de linchamiento utilizando el mito del violador negro, y la política de esterilización forzada, llamada de control de la natalidad, de las mujeres negras y de los países de la periferia, Angela relievará la necesidad de la unidad de las luchas y elogiará la actitud unitaria de las feministas blancas. Cuarenta años después de la publicación del texto Mujeres, raza y clase, Angela Davis mantiene su tesis. Es célebre su afirmación:
Ser mujer ya es una desventaja
En esta sociedad siempre machista
Imaginen ser mujer y ser negra
Ahora hagan un esfuerzo mayor
Cierren los ojos y piensen
Ser mujer, ser negra
Y ser comunista
¡Vaya aberración!
Cuando le preguntaron directamente sobre la integración de las luchas se remitió a la creación en los 70 del siglo pasado de la Alianza de las Mujeres Negras, con una agenda feminista y antirracista, y a la serie de eventos, entre ellos el de las luchas de las mujeres puertorriqueñas contra la esterilización forzosa, que la llevó a convertirse en la Alianza de Mujeres del Tercer Mundo y publicar un periódico titulado Triple Jeopardy, en referencia al racismo, el sexismo y el imperialismo.[2] En su discurso del 21 de enero del 2018 contra Donald Trump en la Women´s March, planteó: “Esta marcha de las mujeres que representa la promesa de un feminismo en contra de los nefastos poderes de la violencia estatal. Un feminismo inclusivo e interseccional, que nos convoque a todos para unirnos en la resistencia en contra del racismo, de la islamofobia, del antisemitismo, de la misoginia y de la explotación capitalista.”
Angela Davis surgió a la vida política e intelectual en la época del nacimiento, desarrollo y esplendor del feminismo negro con figuras como Hazel Carby, Valerie Amos y Pratiba Parmar en Gran Bretaña y, en Estados Unidos, Audre Lorde, Pat Parker, Barbara Christian, Patricia Hill Collins, y, en especial bell hooks, autora de más de 30 libros, uno de circulación masiva, El feminismo es para todo el mundo, firme partidaria de la interrelación de clase, raza y género, y estudiosa de Toni Morrison. En los 70 se formaron dos organizaciones significativas. La primera, la Organización Feminista Negra Nacional, NBFO, fundada en 1973 para abordar los problemas específicos de las mujeres negras en Estados Unidos, y ligada a la Organización Nacional para Mujeres. Y la segunda, la Colectiva del río Combahee -nombrada así por la operación militar de Harriet Tubman- una organización feminista negra y lésbica que operó en Boston entre 1974 y 1980, y cuya Declaración de la Colectiva del río Combahee fue un documento clave para la historia del feminismo negro contemporáneo. Lamentablemente, las dos organizaciones desaparecieron en los 80 del siglo pasado. Iniciado en el siglo pasado, la vitalidad del feminismo afronorteamericano se correspondió con la radicalidad revolucionaria de la época, pero se mantuvo después, en la era de la hegemonía yanqui y de la derrota de los movimientos socialistas y nacionalistas, gracias a las crecientes luchas de mujeres y pueblos originarios en todo el mundo. La lucha de mujeres, sobre todo, que según Alejandra Agudo conforman una internacional similar a las “antiguas internacionales obreras”.[3] De allí que buena parte de las figuras nombradas siguieron activando y escribiendo hasta el presente, tal como Angela Davis.
A partir de los 80 del siglo pasado, y bajo la influencia del feminismo afroamericano, se desarrollaron en África, en especial subsahariana, diversas corrientes feministas. Es decir, en la época en que se desplegó la derrota del socialismo real, del tercermundismo y de los movimientos de liberación nacional. Época en que en los países africanos, amén de preservar en varias regiones la mutilación genital, la abominable ablación, sus “burguesías de hojalata” –el término es de Frantz Fanon- traicionaron la lucha anticolonial, renegociaron la dependencia con el imperialismo y aceptaron el modelo neoliberal con la agudización de las desigualdades sociales, la ruina de los campesinos y la desterritorializacón de la producción con las migraciones hacia los barrios paupérrimos de las ciudades, la desestructuración social. Sombrío panorama en el que las viejas estructuras comunitarias y las tradiciones culturales sobrevivientes aparecieron como un lugar de salvación. Sin embargo, la movilización mundial de las mujeres impactó sin duda en África.
Complejas relaciones con el feminismo occidental, en especial con el feminismo afroamericano, marcan la dinámica de las diversas corrientes del feminismo africano como el Womanism de la crítica literaria nigeriana Chikwenye Okonjo Ogunyemi, el Africana Womanism de la afroamericana Clenora Hudson-Weems, el Stiwanismformulado por Molara Ogundipe-Leslie. Dichas corrientes se abren de alguna manera a las formulaciones críticas que cuestionan la definición del feminismo africano en relación y contraposición al feminismo occidental. Así, Ntombi Mekgwe denuncia la “trampa colonial” que supone estar continuamente definiéndose respecto al “otro” –o en contra del “otro”–, contradicciones que no hacen sino focalizar la atención nuevamente, en el colonizador. Oyèrónké Oyèwumi llega a afirmar que la categoría “mujer” es una argucia del colonizador y que las comunidades del África precolonial asignaban roles iguales a hombres y mujeres. Ogundipe-Leslie, del Stiwanism, reconoce que las feministas han sido calificadas en muchos lugares como “los loros” de las feministas occidentales. Y Hudson-Weems, de Africana Womanism, considera que el feminismo no tiene cabida en África porque, como agenda diseñada para las mujeres blancas, occidentales y de clase media, es marcadamente racista. Se han convertido en “asimilacionistas y vendidas, desapegadas de su tierra y de su gente”.[4]
En la definición de las principales diferencias con el feminismo blanco occidental se menciona, en primer lugar, la que existe entre la “familia nuclear” de Occidente y la “familia extensa” del África. Así, en tanto en Occidente las feministas han considerado prioritario subvertir la familia donde se concentra la opresión patriarcal, las familias africanas han sido consideradas lugar de resistencia a la opresión. La madre y las hermanas han cumplido roles fundamentales de las mujeres africanas en la consolidación de sus comunidades. Ogundipe-Leslie, por ejemplo, aun reconociendo los roles patriarcales de los hombres africanos, y su incidencia sobre la vida de las mujeres, considera que el feminismo “necesita no construirse en oposición a los hombres”. El rol de la maternidad en África y el lesbianismo del feminismo occidental han sido también, según Ogunyemi, del African Womanism, fenómenos de distanciamiento. En América Latina, sucedió lo contrario.
Una segunda diferencia es aquella entre el individualismo occidental y la vigencia de la comunidad como la forma dominante de la cultura africana. Así, tenemos la corriente del Feminismo del Caracol, impulsada por la escritora Akachi Adimora-Ezeigbo, Premio Nacional de Literatura de Nigeria, que anima a las mujeres nigerianas a trabajar lentamente, de la manera que lo hace un caracol, para su supervivencia. A la par, la escritora nigeriana Chioma Opara, considerada una de las más importantes feministas africanas, desarrolla la teoría del femalismo (hembrismo). Por su parte, Catherine Obianuju Acholonu, poeta, dramaturga y figura internacional del desarrollo sostenible, propone el concepto Motherism, en su libro Motherism, la alternativa afrocéntrica al feminismo (1995), en el que la maternidad, la defensa de la familia, la estabilidad política, la crianza y el respeto por la naturaleza son los ejes principales del discurso. Según Acholonu, asumir una concepción distinta a su propia cultura estimula a la mujer africana a rechazar su papel tradicional en la familia. Ahora bien, hay también las que cuestionan las posiciones anticoloniales y proponen abandonar la idealización de un pasado precolonial africano igualitario para orientarse a las necesidades actuales de las mujeres africanas. Así, la feminista escritora y académica Obioma Nnaemeka propone la alternativa del negofeminismo, fundada en la tendencia a la negociación (el dar y el recibir) de las diversas culturas y pueblos africanos entre ellos y con Occidente. La negociación con los hombres es una parte fundamental de esta corriente.
Finalmente, resulta interesante remitirse a algunas tendencias del actual feminismo negro de América Latina, que se despliegan bajo la perspectiva del pensamiento decolonial y del marxismo, entre las cuales tenemos diversas figuras, incluidas teólogas negras.[5] Señalemos tres figuras que permiten captar, muy someramente, una panorámica. Ochy Curiel (quien se declara lesbiana y antirracista por ser feminista autónoma) es quizá una de las representantes del feminismo negro más singulares. A partir del pensamiento decolonial nos dice: “Sostenemos que la heterosexualidad es un régimen político moderno/colonial, así como las instituciones en las que se sostiene, como la pareja monógama, la familia nuclear, la nacionalidad, la nación, los estados nacionales, la ciudadanía.” Y postula por supuesto el fin de la familia heterosexual (176). MaríaLugones, por su parte, crea la categoría de “colonialidad de género” para superar los límites de la “colonialidad del poder”, categoría fundamental de la corriente decolonial pues impide pensar, según Lugones, la especifidad de las relaciones de género y raza que construyen identidades como “mujeres negras”, decisivas para comprender la problemática de nuestras sociedades. Mujeres negras y trabajadoras, completaría Angela Davis. A la vez, hay un feminismo marxista latinoamericano que es un feminismo negro. Rosane Borges enFeminismo negro e marxismo. Quem deve a quem?(Feminismo negro y marxismo. ¿Quién le debe a quién?),plantea las carencias del marxismo, pero postula que la reflexión marxista es la mejor herramienta para la lucha conjunta de clase, raza y género. Hay, por supuesto, un enorme crecimiento de las organizaciones de mujeres negras con una gran actividad política.
Toni Morrison: esclavitud, mujer y literatura
El discurso de Toni Morrison al recibir el Premio Nobel de Literatura, 1993, es una suerte de parábola de su concepción del lenguaje, la literatura y el mundo. El punto de partida es la alegoría de una anciana esclava, sabia y ciega que debe responder a la pregunta provocativa de un grupo de muchachos: “Anciana, tengo en mi mano un pájaro. Dígame si está vivo o muerto”. Toni Morrison traduce la parábola de la anciana a su propia realidad: “Por eso elijo leer al pájaro como el lenguaje y a la mujer como a una escritora con práctica. La primera respuesta, equivalente al pájaro muerto, es que hay una lengua muerta, una lengua extática, censurada y censuradora. Es la lengua del poder que impone sus verdades, reprime nuevas ideas y preguntas, impulsa su repetición ceremonial, establece falsas armonías entre las gentes, fortalece los privilegios. Es el lenguaje del Estado, de la ley sin ética, un lenguaje chupasangre que no solo expresa violencia, sino que es violencia, obstrucción de todo conocimiento y de toda búsqueda. Es el lenguaje sexista, racista, teísta, el lenguaje del dominio. Toni Morrison se extiende en el rechazo a la lengua de los intelectuales mercenarios, los demagogos, los dictadores insaciables, los diplomáticos del orden imperial y colonial.
La otra respuesta es que el pájaro está vivo. “La vitalidad del lenguaje reside en su habilidad para pintar lo actual, las vidas imaginadas y posibles de sus hablantes, lectores, escritores. Aunque a veces su equilibrio está en desplazar la experiencia, no ser el sustituto de ella”. Es el lenguaje de la literatura que no pretende fotografiar la esclavitud, el genocidio, la guerra; “su fuerza, su felicidad radica en lanzarse hacia lo inefable”. Literatura prohibida por ser cuestionadora, desacreditada por ser crítica, borrada porque invierte valores. Lenguaje vivo porque es generativo y generador: “nosotros hacemos el lenguaje. Esa puede ser la medida de nuestras vidas”. Pero, hay una tercera respuesta que es autocrítica. Los chicos, en rigor, preguntaban otra cosa. “No hay ningún pájaro en nuestras manos, ni vivo ni muerto”. Queríamos saber qué es la vida, qué es la muerte. Y la anciana, retraída en su espacio de privilegio, calla. Los chicos entonces hablan y le recriminan. Y narran sus inquietudes, sus incertidumbres, sus zozobras. Y le piden que les cuente un cuento sobre los vagones cargados de esclavos que cantan suavemente y saben que la próxima parada será la última y por eso se detienen en una posada y una chica y chico salen y les ofrecen agua, pan y carne. Es la última parada.
La anciana los aprueba “Confío en ustedes con el pájaro que no está en sus manos porque lo han atrapado verdaderamente. Miren. Qué hermoso es, esto que hemos hecho juntos”. Dialéctica de intimidad e historia, ficción y realidad. Esa es su literatura. Su principal novela, Beloved (1987), considerada la mejor obra de ficción estadounidense de 1981 a 2006 por escritores y críticos consultados por el New York Times, se basa en la historia de Margaret Garner, la fugitiva que al ser acorralada por sus perseguidores mató a su hija e intentó suicidarse para no ser esclavizadas de nuevo, según nos recuerda Angela Davis. Morrison ficcionaliza el caso y lo convierte en un revenant, lo que nosotros llamamos almas en pena, y que, por singular coincidencia, conforman los personajes y la trama de la mejor novela de América Latina del siglo xx, según una encuesta de escritores y críticos, Pedro Páramo de Juan Rulfo.
Beloved narra la historia de Sethe -Margaret Garner-, con su hija menor Denver y otros familiares, en 1873, dieciocho años después de los incidentes de la fuga, el cerco policial, el infanticidio de su hija mayor y su intento de suicidio, embarazada de Denver. A los dieciocho años, Sethe se halla en muerte social: el famoso 124 de Bluestone Road donde vive con su hija Denver: “era malévolo. Las mujeres de la casa lo sabían, y también los niños”. “Los pensamientos de las mujeres del 124 (eran) pensamientos indecibles, no dichos”. En esa atmósfera de malevolencia y represión de la memoria, se elabora el revenant, el alma en pena, el fantasma. Y ¿qué es el fantasma? Lo reprimido, lo que no debe decirse, ni recordarse. El fantasma ronda la casa, pero Paul D, un esclavo fugitivo compañero de Sethe, aparece y logra expulsarlo. Más, al poco tiempo se presenta una joven que dice llamarse Beloved.
El nombre de Beloved viene de uno de los episodios más duros y bellos de la novela. Sethe, luego del infanticidio, se vio obligada a entregarse sexualmente al encargado de la funeraria, como pago para tener el derecho a escribir sobre la lápida: Beloved, si es diez minutos; por veinte Dear beloved. Beloved es el fantasma que se ha tornado real, “el acontecimiento mismo del oscurecer, un descenso a la noche, una invasión de la sombra”, según la expresión de Emmanuel Lévinas sobre “la existencia crepuscular de la imagen estética”, tal como lo recuerda Homi Bhabha quien escribió un capítulo entero en su libro capital (El lugar de la cultura) sobre Beloved. El fantasma es lo reprimido que se ha tornado inconsciente y que pugna por salir a la luz. La novela se orienta entonces hacia lo unheimlich, “el nombre para todo lo que debería haber quedado […] secreto y oculto, pero ha salido a la luz”. Para Lévinas, lo recuerda Bhabha, la “magia artística” de la novela contemporánea reside en su modo de “ver la interioridad desde afuera”. La novela entonces entra en la tensión entre lo secreto y oculto y lo que sale a la luz, lo unheimlich, entre lo público y lo íntimo, los individuos y la historia, el pasado de la sociedad y el presente de la novela, historia y ficción finalmente. En efecto, Bhabha nos recuerda que hacia la época de la novela “entre un tercio y la mitad de la tasa anual de mortalidad negra correspondía a niños de menos de cinco años de edad.” (Bhabha 28). A la vez, se remite a Elizabeth Fox-Genovese y nos dice que:
A diferencia de actos de enfrentamiento contra el amo o el capataz, que se resolvían dentro del contexto doméstico, el infanticidio era reconocido como un acto contra el sistema y al menos reconocía la posición legal de la esclava en la esfera pública. El infanticidio era visto como un acto contra la propiedad del amo (contra sus ganancias excedentarias) y quizás eso, concluye Pox-Genovese, “llevaba a algunas de las más desesperadas a sentir que, matando al niño que amaban, lo estaban reclamando de algún modo como propio” (en Bhabha 34).
El imaginario de Beloved no necesariamente asume en plenitud la concepción de Elizabeth Fox-Genovese. El dilema moral es terrible, desde luego, y una obsesión para Sethe que se resiste a asumirlo. Y para Toni Morrison: recuerda que, para el pensamiento africano, según Bonnie Barthold, el infanticidio no sólo era inexplicablesino un sacrilegio; empero acepta los motivos de Sethe y de las esclavas: evitar la separación forzosa y la esclavitud de hijas e hijos de la nueva generación.En el infanticidio, creatividad y destrucción morales y simbólicas se identifican. Por eso es que Sethe no cuenta la historia de su pasado y de la memoria de su hija. El recuerdo de la muerte de Beloved surge a través de los agujeros, de los intersticios de lo no dicho, de lo reprimido. Beloved inquiere, acusa, demanda el reconocimiento.
Beloved, el revenant o ánima en pena, es una recriminación tanto del olvido de Sethe de su hija cuanto de la conciencia estadounidense que suprime su pasado esclavista. Tal como nos recuerda Ana María Manzanas Calvo:“La esclavitud representa, parafraseando a James Baldwin, la serpiente en el jardín de los sueños -tanto de blancos como de afroamericanos- un periodo histórico irrecordable, indecoroso, durante largo tiempo acallado o falseado” (281). Después de todo, el afuerade Beloved al que alude Lévinas para caracterizar a la novela –ver la interioridad desde afuera- es la historia de la esclavitud de los actuales Estados Unidos, los sesenta millones de afroamericanos que fueron esclavizados. Sethe es presionada a recordar: Beloved es la memoria ficcional e histórica no solo de su muerte sino de la esclavitud, e incluso de los barcos esclavistas que vienen del África. Por eso, el agua, símbolo de regeneración y renacimiento es su emblema. Ana María Manzanas Calvo nos recuerda: “Sethe es incapaz de contener el agua que fluye de su cuerpo de la misma forma que durante la huida, las aguas que anunciaban el nacimiento de Denver inundaron la barca situada a la orilla del río Ohio (…). El agua, símbolo de regeneración a lo largo de toda la novela, anuncia el renacimiento alegórico de Beloved y su entrada en el presente, al tiempo que representa su procedencia” (285). Sin embargo, Sethe recuerda para volver a olvidar. La obsesión por Beloved y el infanticidio es terrible. De hecho, son algunas argucias de la trama las que resuelven el dilema del sentido moral de la novela. ¿Cómo? Las mujeres de la comunidad deciden exorcizar a Beloved. En el curso de la ceremonia ritual aparece un personaje blanco –posible empleador de Denver- y Sethe lo confunde con el enviado que iba a apresarlas a ella y a su hija en la fuga de hacía años, y entonces en un arranque de una furia instintiva que la sobrepasa intenta matarlo: la comunidad lo impide, pero reconoce entonces su acto y la reinserta en su seno.Bhabha nos dice: “Aunque Morrison repite con insistencia al final de Beloved: “Ésta no es una historia para transmitir”, lo hace sólo para grabar el hecho en las fuentes más profundas de nuestra amnesia, de nuestro inconsciente (…) la madre esclava recupera, mediante la presencia de la niña, la propiedad de su persona” (Bhabha 35).
Vale recordar que el infanticidio es un recurso de las mujeres colonizadas. En Boletín y Elegía de las Mitas, nuestro gran poeta César Dávila Andrade escribe:
Y de tanto dolor, a siete cielos,
por sesenta soles, Oh, Pachacámac,
mujer pariendo mi hijo, le torcía los brazos.
Ella, dulce ya de tanto aborto, dijo:
“Quiebra maqui de guagua; no quiero que sirva
que sirva de mitaya a Viracochas”.
Quebré.
El caso de Margaret Garner fue además la base de una película de 1988, protagonizada por la famosa presentadora Oprah Winfrey, y de una ópera en dos actos con música de Richard Danielpour y libreto en inglés de Toni Morrison que se representó en Mayo de 2005 en Detroit. Hay referencias a escritoras negras desde la lejana época de la Independencia, tal el caso de Phillis Wheatley que publicó Poemas sobre varios asuntos en 1773 y de quien Eduardo Galeano escribió una sentida imagen sobre el juicio que le hicieron para probar si era poeta.[6] Hubo otras escritoras negras en el siglo XIX. Sin embargo, fue el Renacimiento de Harlem de los 20 del siglo XX, el primer período fundamental. El Renacimiento de Harlem fue extremadamente rico en el despliegue de la cultura negra, especialmente en la música, con el jazz y Louis Armstrong –luego continuado por genios como Charlie Parker o Thelonious Monk-, y en la literatura en que junto a Langston Hughes, brillaron escritoras como Jessie Fauset, con cuatro novelas, entre ellas Confusion (1924), la mestiza Nella Larsen, autora de dos novelas y algunos relatos, y, sobre todo, Zora Neale Hurston, coidearia de Langston Hughes y Wallace Stevens, autora de una novela paradigmática Sus ojos miraban a dios (1937).
Pero fue a partir de los 70 que la literatura de mujeres negras llegó a su esplendor con novelistas como Toni Morrison, Paule Marshall, Gloria Naylor, Gwendolyn Brooks, Nikki Giovanni, Maya Angelou y, en especial, Alice Walker y Toni Cade Bambara. Alice Walker es la autora de la novela El color púrpura, Premios Pulitzer y American Book Award 1983, en la que se basó la película dirigida por Steven Spielberg con guión suyo, discípula de Howard Zinn y luchadora por los derechos civiles y contra el bloqueo a Cuba. Toni Cade Bambara –el apelativo Bambara proviene del África- autora de una excelente antología La mujer negra, 1970, varias novelas, entre ellas: Los huesos no son mi hijo sobre la desaparición y asesinato de cuarenta niños negros en Atlanta entre 1979 y 1981, considerada una obra maestra por Toni Morrison, quien la editó y también recopiló algunos de sus cuentos, ensayos, entrevistas, esteta en el manejo de los ritmos del jazz (Sun Ra y John Coltrane) en la estructura narrativa, parte del Movimiento de las Artes Negras, reputado como el nuevo Renacimiento de Harlem y la “hermana estética del Black Power”. El BAM incluyó una “Estética Negra”, término formulado por Larry Neal, que propone: “El motivo detrás de la estética negra es la destrucción de la cosa blanca, la destrucción de las ideas blancas y las formas blancas de mirar el mundo”. Sin llegar a tales extremos la narrativa de Toni y de las otras escritoras reivindicó la condición afroamericana, en especial de la mujer negra.
Hubo, sin embargo, críticos que intentaron reconocer y aceptar la narrativa de las escritoras negras en los términos de la literatura occidental. Así, Harold Bloom, el famoso autor de El canon occidental, en el que clasifica a la literatura occidental según sus criterios de literatura pura, enemigo acérrimo de lo que denominó “escuela del resentimiento” formada por multiculturalistas, marxistas, feministas, neoconservadores y neohistoricistas que pretendían, según él, imponer criterios políticos, no estéticos, al análisis literario. Harold Bloom, obligado a reconocer la gran calidad literaria de la obra de Toni Morrison, la inscribe sin más en la tradición cultural occidental, encontrando en su obra influencias de D. H. Lawrence, William Faulkner y Virginia Woolf. “Únicamente desestimando el componente racial y femenino de los escritos de Morrison y Hurston parece ser capaz Harold Bloom de considerar la calidad artística de sus obras” nos dice Magdalena Álvarez Vallejo (13). Así, varios críticos occidentales encuentran en la novelística de Toni Morrison la influencia de Paradise Lost de Milton en Tar Baby, de los mitos de Filomela y Perséfone en The Bluest Eye, y la trama del King Lear de Shakespeare en Beloved. Sin duda, declaraciones de Toni Morrison y de las otras escritoras de su generación y de múltiples estudios críticos, muestran lo contrario: esto es el papel significativo que la mitología de las culturas africanas, la tradición oral, la dimensión de la comunidad afroamericana y del papel de la mujer negra en ella, la dimensión del jazz, el blues, el espiritual y la música afroamericana, han jugado en el imaginario y la simbólica literaria de sus narraciones, pero sobre todo, y esto es lo fundamental, en las propias estructuras formales, en el uso del lenguaje y en la construcción sintáctica, en la dimensión del ritmo, en la organización de la trama, la fragmentación, la circularidad, el curso elíptico, y en la construcción de los personajes. La cultura negra está en la forma más que en el contenido. Y tal es la grandeza literaria de Toni Morrison, cuya literatura “tiende hacia lo inefable”, según sus palabras.
Sin embargo, negras y negros, escritores y artistas viven en una sociedad blanca, patriarcal y capitalista que tiene también sus contradicciones, conflictos y sus tendencias revolucionarias. Es inevitable la conflictiva relación. Por eso, cuán acertada es la tesis de Homi Bhabha que toma a Beloved –y por extensión toda la obra de Toni Morrison y de las escritoras de su generación y actuales– “como una suerte de narrativa de las historias transnacionales de los migrantes, los colonizados, los refugiados políticos, todas estas condiciones fronterizas, (que) podrían ser los terrenos propios de la literatura mundial ahora” (29). De hecho, hay una explosión mundial de escritoras y artistas negras en todo el mundo, África en primer término, América Latina, en particular el Caribe y Brasil, y toda la diáspora africana en otros continentes. Así, por ejemplo, se han registrado más de 50 poetas colombianas negras en una reciente antología o la innumerable cantidad de escritoras negras del África subsahariana o del Brasil. En este año, 2019, fue una escritora negra africana, Maryse Condé, la que recibió el Nobel de literatura de la Nueva Academia Sueca. En otro texto he señalado que la literatura latinoamericana del llamado boom fue la cuarta gran literatura de la era contemporánea: las tres primeras, la francesa de la primera mitad y la rusa de la segunda mitad del siglo XIX, la estadounidense de la primera mitad del siglo XX. Me sentiría tentado a afirmar que la literatura negra será la mayor literatura de esta primera mitad del siglo XXI.
Cabe señalar que en las últimas décadas han surgido varias poetas afroecuatorianas. En el 2012 se lanzó laAntología. Poesía de mujeres afro-ecuatorianas, que recoge la voz de 17 mujeres de diferentes procedencias: San Lorenzo, Esmeraldas, Quinindé, Río Verde, Carchi, Imbabura y el valle del Chota.[7] Pero, sobre todo, tiene mucha importancia literaria Argentina Chiriboga, poeta, narradora, ensayista, autora de las novelas Bajo la piel de los tambores (1991), En la noche del viernes (1997), Cuéntanos, abuela (2002), Desde la sombra del silencio (2004), Muerte blanca (2015) y, sobre todo, Jonatás y Manuela (1994), brillante aproximación a Manuela Sáenz, a partir de su aya, la negra Jonatás. A la vez hay que recordar la gravitación de la poesía oral. En ese sentido es importante la labor de más de 50 años del maestro Juan García Salazar –cuya producción según Juan Montaño supera los 50.000 documentos- y que fue un excepcional promotor de la poesía oral.
Literatura y Revolución
En un texto sobre “Intelectuales y pensamiento crítico hoy” (Moreano 2019), señalo: “En este último caso, resalta el de las mujeres kurdas que amén de haber creado un gobierno propio han desarrollado la literatura y las artes, así Deniz Fırat que murió filmando sobre un ataque terrorista o Roza Metina, narradora y periodista.[8] Las mujeres palestinas también han brillado en su acción política, literaria y artística. Por un lado, la legendaria heroína Leila Khaled, por otro Fadwa Tuqan,unade lastres grandes poetas árabes contemporáneas junto a la iraquí Nazik Al-Malaika y la jordano-palestina Salma Jayyusi, declarada por el mayor poeta árabe, Mahmoud Darwish, “la madre de la poesía palestina”. Junto a ellas, Annemarie Jacir, cineasta y poeta que en 2008 fue la primera directora palestina en rodar una película con La sal de este mar, Rafeef Ziadah, gran poeta de multitudes y cuyo poema “Nosotros enseñamos vida señor” se volvió viral, Naomi Shihab Nye, poeta, compositora y novelista, autora de más de 30 obras, Dareen Tatour, poeta y activista, encarcelada en octubre de 2015 por escribir un poema, “Resiste, mi pueblo, resístelos” (que también se convirtió en viral), la actriz Sireen Khudairi, presa y torturada, la Clown Riham Isaac y tantas otras. Entre las mujeres saharauis del Frente Polisario hay luchadoras y creadoras. De hecho, las mujeres mantienen los campamentos de la República Árabe Saharahui, considerado unos de los Estados más igualitarios en el que no existe ni una sola mujer en las cárceles ni casos de violencia de género. Entre las activistas, es famosa Aminatou Haidar quien a finales de 2009 fue protagonista de 32 días de huelga de hambre en el bullado caso del Aeropuerto Hassan I de El Aaiún (Marruecos). En relación a la creación, la conocida escritora saharaui Zahra el Hasnaui, habló de la literatura de las mujeres saharauis en los tres idiomas principales: hassanía (lengua de los saharauis), árabe y español. Recordó los poemas de los comienzos de la lucha nacional hacia 50 o 60 años, en español de Naha Alien Ahmedu o Fatma Ahmed Abdesalam, quien tenía 13 años cuando en 1974 ganó el X Concurso Nacional Literario para la Juventud. Señaló que la lucha por la liberación promovió la literatura en hassanía en la que brillóLjadra Mint Mabruk.Destacó la poesía en árabe mencionando aNana Rachid, y sus poemarios Sufrimientos grandes como mi patria (2007) y La pluma prisionera (2008). Finalmente nombró a las poetas de las zonas ocupadas, la más destacada de las cuales es Jadiyetu Aleyat. En este punto de lareflexión aquí desarrollada, me pregunto: ¿cuál la poética de esa literatura ligada a la acción política revolucionaria?
Permítanme responder a partir de Mahmud Darwish, el poeta nacional palestino considerado uno de los grandes poetas del siglo XX. Se ha descrito la dimensión simbólica de la poesía de Darwish como “lirismo épico”.
Lirismo épico, tal es la poética.
Textos citados
-Álvarez Vallejo, Magdalena. La identidad afroamericana y la victimización femenina en la narrativa de Toni Morrrison. Disponible en: http://webs.ucm.es/BUCM/tesis//19972000/H/3/H3074901.pdf.
-Agudo, Alejandra. “El feminismo es tan global como la desigualdad que combate”. Disponible en: https://elpais.com/elpais/2018/03/07/opinion/1520443487_782377.html
-Bhabha, Homi. El lugar de la cultura. Buenos Aires: Manantial, 1994.
-Dávila Andrade. César. “Boletín y elegía de las mitas”. En Batallas del silencio. (Poesía reunida). Quito. Libresa, 2017.
-Davis, Angela. Mujeres, raza y clase. Madrid: Alcal, 2005.
—-. Democracia de la abolición. Prisiones, racismo y violencia. Madrid: Trotta, 2016.
-Colera Intxausti, Maria. Entrevista a Angela Davis. “Raza, género y clase son elementos entrelazados”. Disponible en: https://kaosenlared.net/entrevista-con-angela-davis-raza-genero-y-clase-son-elementos-entrelazados/
-Curiel, Ochy. La Nación Heterosexual. Análisis del discurso jurídico y el régimen heterosexual desde la antropología de la dominación. Bogotá: Brecha Lésbica/en la frontera, 2013.
-Manzano Calvo, Ana María. “Beloved, de Toni Morrison: alegoría del pasado afroamericano”. Disponible en: file:///Users/aliciaortega/Downloads/9403-Article%20Text-9484-1-10-20110531%20(1).PDF
-Moreano, Alejandro. “Intelectuales y pensamiento crítico hoy”. En Ecuador Debate. Quito. No. 107. (marzo-junio 2019): 29-50.
-Padilla Isabel y Juan Montaño, compiladores. La palabra está suelta. Quito: Abya Yala, 2018. Disponible en: http://repositorio.uasb.edu.ec/bitstream/10644/6161/1/Garcia%2C%20J-10-La%20palabra%20esta%20suelta.pdf
-Pérez Ruiz, Bibiam. “Otra manera de sentir. Feminismos negros, género y estudios literarios en el África Subsahariana”. Disponible en: http://contenidosdigitales.uned.es/fez/view/intecca:VideoCMAV-5a6f7d9db1111fa7288b4636
-Saba, Lady. “Corrientes del feminismo africano”. Disponible en: https://afrofeminas.com/2015/11/16/corrientes-del-feminismo-africano/
-Varias autoras. Antología. Poesía de muejres afroecuatorianas. Quito: Ministerio Coordinador de Patrimonio, 2012.
-Zas Marcos, Mónica. “El día que Toni Morrison convenció a Angela Davis para escribir una de las grandes autobiografías de nuestra era”. Disponible en: https://www.eldiario.es/cultura/libros/Toni-Morrison-Angela-Davis-biografias_0_928457678.html
-Zirion Landaluze, Iker y Leire Idarraga Espe. “Los feminismos africanos. Las mujeres africanas en sus propios términos”. Disponible en: http://ibdigital.uib.es/greenstone/collect/cd2/index/assoc/ri20007.dir/ri20007.pdf.
Notas de pie
[1] Párrafos después el discurso continúa: “Ese hombre bajito vestido de negro dice que las mujeres no pueden tener tantos derechos como los hombres ¡porque Cristo no era una mujer! ¿De dónde venía tu Cristo? ¡De Dios y de una mujer! El hombre no tiene nada que ver con Él.” Sojourner Truth, Seneca Falls, 21 de junio de 1851.
[2] Ver entrevista de Maria Colera Intxausti a Angela Davis.
[3] Alejandra Agudo. “El feminismo es tan global como la desigualdad que combate”. Allí sostiene que: “Por primera vez hay un movimiento global con capacidad para juntar a mujeres de todo el planeta en una misma reivindicación de igualdad y de justicia. Algo así no sucedía, propiamente, desde los tiempos de las internacionales obreras”. Disponible en: https://elpais.com/elpais/2018/03/07/opinion/1520443487_782377.html
[4] La Bibliografía consultada para los feminismos africanos: Lady Saba. “Corrientes del feminismo africano”. Disponible en: https://afrofeminas.com/2015/11/16/corrientes-del-feminismo-africano/. Iker Zirion Landaluze y Leire Idarraga Espe. “Los feminismos africanos. Las mujeres africanas en sus propios términos”. Disponible en: http://ibdigital.uib.es/greenstone/collect/cd2/index/assoc/ri20007.dir/ri20007.pdf. Bibian Pérez Ruiz. “Otra manera de sentir. Feminismos negros, género y estudios literarios en el África Subsahariana”. Disponible en: http://contenidosdigitales.uned.es/fez/view/intecca:VideoCMAV-5a6f7d9db1111fa7288b4636
[5] Entre las más activas feministas sobresalen: Yuderkys Espinosa, dominicana radicada en Argentina, Betty Ruth Lozano y la teóloga Mariel Mena de Colombia, Silvia Regina De Lima (teóloga brasileña afincada en Costa Rica), Suelí Carneiro, Jurema Pinto Werneck de Brasil, Katsí Velázquez oriunda de Puerto Rico, Violette Oudine de Granada-Barbados, Rhoda Reedock de Jamaica, Luiza Bairros, María Beatriz do Nascimento y todas las integrantes del Movimiento Negro Unificado (MNU), de larga trayectoria, académicas caribeñas como Celsa Albert o Patricia Mohamed.
[6] Phillis Wheatley (1754-1784). Eduardo Galeano. “El cazador de historias”. “Fue llamada Phillis, porque así se llamaba el barco que la trajo, y Wheatley, que era el nombre del mercader que la compró. Había nacido en Senegal. En Boston, los negreros la pusieron en venta:
-¡Tiene siete años! ¡Será una buena yegua! Fue palpada, desnuda, por muchas manos. A los trece años, ya escribía poemas en una lengua que no era la suya. Nadie creía que ella fuera la autora. A los veinte años, Phillis fue interrogada por un tribunal de dieciocho ilustrados caballeros con toga y peluca. Tuvo que recitar textos de Virgilio y Milton y algunos pasajes de la Biblia, y también tuvo que jurar que los poemas que había escrito no eran plagiados. Desde una silla, rindió su largo examen, hasta que el tribunal la aceptó: era una mujer, era negra, era esclava, pero era poeta. Disponible en: http://protestantedigital.com/magacin/46632/Phillis_Wheatley_poeta
[7] Constan: Sulia Caicedo Vivas, Irma Bautista Nazareno, Yirabell Cortez Montaño, Celeste Rodríguez Méndez, María Luisa Hurtado Angulo, Amada Cortéz Caicedo, Cintia Jiménez Cortéz, Natali Gudiño Mina, Barbarita Lara Calderón, Marianita Minda, Yonny Nazareno Pozo, Nahomi Portocarrero Anangonó, Karla Preciado Granja, Mercedes vargas Estacio, Gina Anangonó Almeida, Aida Bautista Nazareno, Luz Argentina Chiriboga Guerrero, Zaida Vera Preciado, Leiny Viveros Espinoza.
[8] Ver “Entrevista con la escritora y periodista Roza Metina”: “Necesitamos escribir, pintar, hacer películas, y contar nuestroas penas y alegrías con nuestra escritura, cámaras, canciones, etc. Debemos expresar lo que está pasando. Es una responsabilidad expresar y escribir sobre estos eventos en el contexto de la conciencia nacional. Tenemos que escrigir sobre ellos, es nuestro deber para que las personas no olviden. ¿Por qué escribí sobre Madre Taybet, o Cemile o Sultan? Porque no pueden ser olvidadas, son una parte de nuestra memoria y conciencia nacional”. Disponible en: https://anfespanol.com/europa/entrevista-con-la-escritora-y-periodista-roza-metina-5796
Magnifico texto, gracias por compartirlo