Composiciones posthumanas

Anamaría Garzón Mantilla
Universidad San Francisco de Quito USFQ

Género: Exhibición

Artistas: Ana Segovia, Flora de Neufville, Mariuxi Giraldo y Alejandra Orozco

Título de la obra (proyecto reseñado): I(n)equívocas

Fecha o período que abarca: 9 de marzo al 28 de abril de 2019

Ciudad/País de Origen: Quito – Ecuador 

Empiezo este texto con una breve advertencia: aquí no van a encontrar objetividad ni distancia. Escribo desde la posición privilegiada de profesora/curadora que ha sido testigo de un proceso de creación artística singular o, mejor dicho, cuatro procesos que, de forma muy orgánica, se convirtieron en uno solo cuando se juntaron bajo el mismo paraguas curatorial. I(n)equívocas fue una exhibición de los proyectos que Ana Segovia, Flora de Neufville, Mariuxi Girales y Alejandra Orozco, realizaron para sus trabajos de titulación en la carrera de Artes Visuales de la Universidad San Francisco de Quito. La muestra fue generosamente acogida por el Museo Interactivo de Ciencia (MIC), entre el 22 de marzo y el 28 de abril del 2019.

Acompañar en procesos de creación a artistas muy jóvenes es aprender a perder las certezas y enseñarles volver productiva la incertidumbre[1]. Es enseñarles a escucharse, a reconocer la importancia de cada pequeño registro, cada experimento, cada gesto, cada trazo, pues todos son obra en potencia. Es enseñarles también a dejar de lado las rúbricas que poco dicen de los microscópicos hallazgos que van a convertirse en obras o de los intentos fallidos que sirven para entender cómo equivocarse sin hundirse. Acompañar a una artista es entrar en un terreno donde el aprendizaje de unos saberes técnicos (o la capacidad de delegarlos) se entreteje con la historia del arte, con el pensamiento crítico, con más arte, con la gestión, con la producción, y como eso fuera poco, encima de todo está la capacidad de producir un discurso que sea muy personal, pero que también genere resonancias con otros cuerpos, con otras ideas y se inserte en el discurso del arte (y en el complejo circuito profesional). Hacer arte no es fácil, acompañar a hacerlo, tampoco. Sobre todo porque llega un momento en que hay que dar un paso a un costado y esperar.

El 22 de marzo esa espera se convirtió en una iluminación desbordante. Una sala del MIC se transformó en un espacio perfecto para acoger cuatro procesos que rondaban ideas similares, vinculadas con el pensamiento posthumanista y las preocupaciones medioambientales: la agencia de los animales (Alejandra Orozco), las naturalezas performativas y la monstruosidad (Flora de Neufville), los paisajes salinos como medio y mediación (Ana Segovia), el trabajo de riego agrícola convertido en sistema de reflexividad sobre la propia memoria (Mariuxi Girales).

En las cuatro artistas el proceso de investigación artística se entreteje con la intuición, las posiciones críticas frente a las metodologías de las ciencias naturales y las herramientas de trabajo que se gestan desde la especulación. Un compost tremendamente fértil, nutrido también por una comunidad ampliada que acompañó en distintas fases del proceso: conversaciones, clases y talleres (dentro y fuera de la USFQ) con mis colegas Brenda Vega, Verónica Jiménez y Paul Rosero; con la compañía del colectivo Eukarya; con el conocimiento de iluminación y montaje de Víctor Hoyos; con los paisajes sonoros compuestos por Pablo Molina para cada uno de los proyectos. Las exhibiciones necesitan tribus completas para constituirse. 

Amy Whitaker, en un libro sobre pensamiento artístico y gestión, tiene una frase que vuelve constantemente a mi mente cuando estoy acompañando procesos de creación: “una obra de arte es algo nuevo en el mundo que tiene que cambiar al mundo para permitir su propia existencia”[2]. En el herbario parásito de Flora de Neufville siento un claro guiño a esa frase, su trabajo hace espacio para la existencia de una conversación con las plantas que no está tomada en cuenta bajo los parámetros formales, pues se basa en la desviación de la norma, en la exploración de formas imprecisas que, para el ojo disciplinar, bien podrían no existir. Pero la artista permite que existan, se regodea en las dimensiones de sus composiciones, crea materialidades monstruosas y abre la posibilidad de la existencia de unos nuevos seres no humanos.  

Las corporalidades construidas por las obras, da cuenta también de unas otras corporalidades invisibles en la instalación: las de los cuerpos de las artistas en los espacios de producción. Los sacos de tierra, las cerámicas y los materiales para construir una compostera, todos los elementos de las obras de Mariuxi Girales vienen de otros tiempos, otras vidas, otros espacios. Este proyecto -en parte localizado en el noroccidente de Pichincha y en parte en unos lugares de la memoria-, puede ubicarse en muchas otras áreas de producción vinculadas a lo agrícola y a lo ambiental, pero toma una dimensión poética intensa cuando se comprende desde la posibilidad de convertir al trabajo de cultivo y riego en ofrenda para la memoria familiar. En las obras de esta artista resuenan las voces de las mujeres de su familia, de las personas que la han acompañado en su prosaica misión de generar un sistema para para reforestar las zonas cercanas al río Achotillo. En la sala apenas hay ecos de todo ese trabajo, pero aquello que la artista decide mostrar, guarda coherencia con toda la historia que tiene detrás.  

Esos ecos se escuchan también en las obras de Ana Segovia. Ana es prolífica con la escritura. Además de las piezas, tiene un cuerpo de trabajo escrito denso, enrevesado a veces, performativo casi siempre. Los halófilos son organismos que resisten concentraciones extremas de sal. Esa resistencia en las obras de esta artista se encuentra traducida en equilibrios, tensiones, ficciones, fotografías encontradas y tratadas a la intemperie, pedazos de piscina arrancados, cubos de cristal que contienen sal. Hay que aguantar la respiración y seguir.

Ana Segovia descubrió partes de su proceso creativo paseando en bici por minas de sal. Alejandra Orozco lo hizo observando abejas. Sus piezas azules son de ese tono por un guiño caprichoso a una noticia escandalosa del 2012, que reveló que en una región de Francia las abejas empezaron a producir miel azul, porque estaban alimentándose de remanentes del caramelo que cubre a los chocolates m&m’s. Desde una curiosidad sobre el antropoceno y la afectación de los humanos hacia la naturaleza, Alejandra Orozco pinta un diario de vida de una abeja, entre figurativo y abstracto, y crea una serie de cerámicas tornasoladas.  

Para instalar obras en un espacio no hay manuales. Hay intuición. Intuición para hacerlas co-existir y de esa coexistencia producir diálogos fluidos entre ellas en relación a sus formas y sus ideas. Así, entre los gigantes cianotipos de plantas monstruosas de Flora de Neufville, la tierra y las cerámicas de Mariuxi Girales, las acuarelas y cerámicas brillantes de Alejandra Orozco, las fotografías encontradas, la sal y los pedazos de paredes de piscina de Ana Segovia, se tejían puentes que dejaban ver el control sobre los materiales de cada una, al tiempo que creaban una corriente ligera y sensible entre sus preocupaciones teóricas.

Mantener ese balance es un trabajo de equilibristas. Simon Critchley dice que el arte necesita una teoría que necesite al arte: “Todo arte es conceptual, podemos decir. Pero el arte no es simplemente conceptual y el concepto no debe agotar la percepción. Eso muestra que el concepto necesita un momento de sensualidad, o mejor, espacialidad, que se distancia del concepto. El arte necesita una teoría que necesite al arte. Es una calle de dos vías, con todo el tráfico en el medio”[3]. En I(n)equívocas todas las obras se sentían completas, sin divisiones: las obras encarnaban las ideas de las artistas, las ideas generaban una atmósfera en el arte, las conversaciones entre las piezas resonaban en el espacio y la iluminación creaba caminos invisibles para recorrer entre las obras.


Notas

[1] En ese sentido, para mi es importante nombrar otros procesos que ocurrieron de forma simultánea al de I(n)equívocas, con resultados similares en cuanto a solvencia, factura, cuidado. En el mismo grupo de estudiantes están Jorge Ruiz aka Paint, que exhibió Iletradxs en Cumandá Parque Urbano en febrero; Ana Viteri, con ¿Y, por qué?, que se presentó en Chawpi – Laboratorio de Creación; Pedro Álvarez y Esteban Pérez que exhibirán en +Arte en mayo. 

[2] Whitaker, Amy, Art Thinking: How to Carve Out Creative Space in a World of Schedules, Budgets, and Bosses. New York: Harper Business, 2016

[3] Critchley, Simon, “The Infinite Demand of Art”, Art & Research. A Journal of Ideas, Contexts and Methods. Volume 3. No. 2. Summer 2010. ISSN 1752-6388: http://www.artandresearch.org.uk/v3n2/critchley.php

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