En el cruce del deseo y de la necesidad: una vivencia de la sexualidad a través de mi experiencia personal

Pascal de Neufville
Tumbaco, Ecuador

Antes de empezar, algunas reflexiones sueltas para colocar el panorama:

  • Cada uno es completamente único. Es viviendo plenamente mi propia unicidad que puedo alcanzar al otro: “aprenderlo”.
  • El otro se queda, para mí, desconocido en su misterio. Todo lo que percibo del otro, incluso su sexualidad, soy yo, y eso es lo que me pertenece. Comprendo al otro como soy yo, no como él es. Resulta imposible definir al otro “como él es”, si no tomo consciencia de que estoy hablando solamente de mí, definiendo al otro “como yo soy”.
  • Como las circunstancias, los acontecimientos permitieron que yo me revele a mí mismo a través de la relación con los otros. Asimismo, se reveló mi sexualidad a través de este andar, de tantas ausencias, pérdidas y también de encuentros.
  • La fuerza vital inmensa: el deseo desde lo más profundo de la materia que hace su camino y habita mi alma que surge “desde abajo”, inmanente.
    La necesidad, la obligación interior que viene de la falta, del abismo, de la ruptura, de las brechas dentro de lo vivo. Si llego poco a poco a apropiarme de todo eso, entonces se me hace posible diferenciarlos, “despegarlos” del deseo de vida con el cual se confunden tan a menudo.
  • El deseo completamente mezclado, entretejido con la necesidad proveniente del abismo de la falta, distorsiona bastante la manera de entrar en relación con el otro, ya sea un humano, un árbol, una piedra, los elementos… Esto es el origen de la explotación, del abuso, de la violencia, del no respeto a sí mismo y hacia el otro. Esta mezcla deseo-necesidad contiene una fuerza fenomenal.
  • A través del “recibir” sin querer cambiar o curar, se vuelve posible disociar estas dos energías y que cada una siga su propio camino. Eso representa un descubrimiento muy importante; de hecho, infinitamente importante ¡como la fusión del átomo! A mi modo de ver, una de las características de esta posición es la posibilidad involuntaria de disociar estas dos fuerzas originales, en todos los aspectos de nuestra vida, hasta sus menores detalles, hasta los más insignificantes en apariencia. Creo que dos aspectos de nuestra vida donde se concentran con la más alta intensidad estas fuerzas mezcladas son la sexualidad y la muerte.
  • Los mecanismos de pensamiento –que parece un flujo ininterrumpido– y su rapidez representarían el pegamento que mezcla el deseo vital a la necesidad. Habitar mi cuerpo, habitar mi alma con toda la intensidad, la incandescencia de la atención sin buscar un resultado sería la posibilidad de distender el flujo del pensamiento, hacerlo derretir de alguna manera. Esto permitiría disociar los hilos entrecruzados del deseo vivo de aquellos de la necesidad.
  • Discernimiento sin elección. Presencia.
  • No quiero decir, de ningún modo, que el deseo de vida es lo que está “bien” y la necesidad es lo que esta “mal”. El deseo vivo, en sí mismo, contiene las más grandes fuerzas de construcción y de destrucción posibles; en cada instante aparecen y desaparecen miles de universos y pasa lo mismo con las células de mi cuerpo… El vacío, la falta, la pérdida, la ausencia, la desaparición representan también una fuerza abismal, fenomenal, un agujero negro de una intensidad que yo podría nombrar como “el revés” del deseo incandescente. En mi escala de ser humano vivo se encuentra la combinación entre el sexo y la muerte. El orgasmo en su infinito abandono se podría vivir como una muerte habitada y la muerte en su infinito abandono se podría vivir como el último orgasmo…

Ahora, algunas circunstancias de mi vida que han podido orientar, desorientar, reorientar, según los momentos, mi ser en constante búsqueda ontológica alrededor de mi sexualidad en relación conmigo mismo, el otro… el “mundo”.

  • Primero, un sueño recurrente que yo vivía cuando era pequeño: la noche oscura, inmensa, sin ninguna estrella, totalmente vacía, sin vida aparente, y una enorme barra de hierro flotando en ella concentrando toda la fuerza de la nada del universo, no había nada más, yo era esa noche y esta barra de hierro con rieles irregulares como estratos que comprimían toda la ausencia y el vacío existentes y no existentes, habitados por mí, dentro de una ausencia total de tiempo a la vez. Me despertaba entonces en la angustia y el terror de lo más absoluto. La barra de hierro podía ser infinitamente pequeña o infinitamente grande. Curiosamente, mismo dentro de este terror, nacía de repente una dulzura venida desde el fondo de los tiempos, sentía mi carne caliente, delicada, que se impregnaba de esta dulzura fragante y silenciosa y me dormía de nuevo, calmado, en mi soledad.
  • Bueno, las cosas se concatenan sin una lógica aparente…
  • Mi concepción se dio entre mi madre biológica, Marcelle, y un padre desconocido, probablemente de origen polaco. Tengo la sensación de que mi alma “venida desde abajo” habitó muy rápidamente mi pequeño cuerpo en el calor del vientre materno. Sentí también desde el principio las dudas de Marcelle en cuanto al hecho de mantenerme con ella luego de mi nacimiento o entregarme a los cuidados de la Asistencia Pública. Tomando en cuenta su extrema pobreza (ella provenía de la región minera del Norte) y que su propia madre había sido una huérfana a cargo del Estado, ella decidió separarse de mí, diez días después de mi nacimiento, luego de haberme dado el seno con abundancia, pues estaba segura que perdería su trabajo como empleada doméstica si se quedaba conmigo. Me entregó en las manos de un hombre al cual yo entregaría, a la vez, todo el terror y la confianza de mi destino.

Luego fui trasladado a cuatro guarderías infantiles diferentes, gracias a los meandros de la burocracia, donde creo que recibí los cuidados y los biberones de algunas buenas enfermeras puericultoras, de manos y corazones abiertos.

  • A la edad de diez meses fui adoptado por Olivier y Odette, grandes intelectuales e idealistas de izquierda, el uno descendiente de la antigua aristocracia francesa y la otra, de una línea de campesinos del sur de Francia. Al año siguiente apareció en mi vida mi hermana Claire, también adoptada. Bastante, bastante más tarde pude integrarla a mi vida. Era demasiado para mí en un principio…

Con un poco de distancia tengo la impresión de que estos dos seres, con la educación que habían recibido y la experiencia todavía fresca de la guerra, no tenían ninguna idea de cómo se podía acompañar el proceso de vida de dos bebés, aterrizados de este modo en su vida y en su casa…

  • Lo que siempre he sabido, es que Odette consideró desde el principio que yo era una página en blanco, sin pasado, sobre la cual ella podía escribir la historia que le conviniera, que no le molestara… Entonces mi historia entre este hombre desconocido y Marcelle fue negada, borrada.
  • De lo que me acuerdo es de la sensación de haber vivido dentro de un sueño, “en la luna”, como decían Odette y mis maestras de la escuela, yo diría hasta “en los limbos”, a partir del momento que sentí la negación de mi vida, alrededor de los cuatro o cinco años. Yo era un sólido, pequeño campesino, bien plantado y terrenal, todavía lleno de una energía desbordante.

Algo entonces se cortó en mí. Me separé de mí mismo, sobre todo cuando Odette decidió, siguiendo los “buenos” consejos del médico de la familia, como “medida de higiene” que estaba de moda en esta época, hacerme la circuncisión a mis siete años. Conservo todavía el recuerdo de este otro “corte” extremadamente doloroso, incomprensible, injusto para mí, de una madre posesiva y castradora.

  • Diez días antes de mi decimotercer cumpleaños, Olivier murió de un paro cardiaco camino a su trabajo. Hasta ese momento había sido alguien más bien ausente para mí, como perdido en la nube de humo de los cigarrillos que fumaba sin cesar (recuerdo sus dedos amarillos por el tabaco), pero percibía su gran bondad y generosidad, su extrema fragilidad también, y ahí sé que mi vida se hundió. Paralelamente la vida de mi hermana también.

Tres seres soltados amarras a la deriva…

Mis padres desparecen, dejando un hueco abierto, y mis madres representan el abandono, la duda, la traición, el peligro inminente, la falta de confianza total.
Talvez yo hubiera podido abrirme al amor de Odette y a su modo de expresarlo, pero, a la muerte de Olivier, yo me hice su “hombrecillo” y ella no decía más “yo” o “tú”, sino “nosotros”, en cualquier circunstancia.

Hice entonces todo para crearme un mundo en el cual yo pudiera escaparme de ella, donde ella nunca pudiera entrar ni alcanzarme.

  • Mi energía vital, mi deseo de vida increíble, contra vientos y mareas, encontró entonces desvíos con el fin de asegurar su devenir:

La música y el piano como una formidable deriva para canalizar como pude este torrente de fuego y hielo.

La poesía, desde los 15 hasta los 21 años, cuando escribí una centena de poemas barrocos e incandescentes que reflejaban mi amor por Sélénée, maravillosa joven que tenía un año menos que yo. Lenguaje inventado el de la mayoría de las palabras escritas tarde en la noche, en un estado de trance y exaltación, en “estado segundo”, sin nunca haber tomado drogas. Recientemente encontré la mayor parte de esos poemas y siguen fascinándome. Me pregunto cómo pudieron salir de mí como reflejo de las fuerzas cósmicas de creación y destrucción, de una extrema violencia y crudeza. El mundo del “Vauclave” donde todas las fuerzas del universo estaban en juego, exacerbadas en su desmesura.

La ambivalencia de mi sexualidad naciente de adolescente loco de dolor y ausencia. Milagrosamente un lugar se preservó en mí en la relación con Sélénée, y a pesar de su precocidad y la posición enconada de nuestros padres, guardo en mí un recuerdo de juego, de curiosidad, y sobre todo de inocencia, de descubrimiento mutuo y sincero frente a lo desconocido del otro.

Pero estaba el otro polo, ahí donde el deseo de vida y la necesidad nacida del abismo se unen.

Primero un narcisismo enorme en el cual yo alimentaba mis placeres solitarios, contemplándome en un espejo debajo de las cobijas con una linterna, escenificación donde nunca me encontraba, pues vivía afuera de mi cuerpo, sin habitarlo. Este se volvió un objeto de placer y de uso, un lugar para no ser. Hubiera aullado a la muerte si lo hubiera habitado aunque fuera por un segundo.

Era “irrecibible” y no-recibido a la vez.

  • Desde este narcisismo en cuarto cerrado, nació mi voyerismo por el cuerpo de otros chicos, como reflejo de “lo mismo” repetido hacia el infinito y como rechazo del otro como otro. Utilización del cuerpo del otro, negación de su ser, y fuerte sadomasoquismo de mi placer compensatorio. Luego, a partir de mis 19 años, empecé a pasar al acto a través de múltiples experiencias y relaciones homosexuales, manteniendo a la vez también relaciones afectivas y sexuales con otras mujeres. Eran los años 70 en París, donde todo parecía posible…
  • Siento que con los chicos buscaba en el exterior, en la imagen del espejo, el cuerpo que no tenía, el cuerpo que no lograba encontrar, a pesar de las sinceras relaciones afectivas que se podían establecer. Había también una fuerte dosis de culpabilidad, sentía un vacío en la mitad del plexo solar, era como mi única forma no consciente de reencontrar a Marcelle (a quien no había ubicado todavía en esta época).

Culpabilidad de haber nacido, culpabilidad de traicionar a Odette encontrando a Marcelle, culpabilidad de traicionar a Marcelle estando con Odette, culpabilidad de la humanidad entera. El camino ha sido largo y lo sigue siendo para apropiarme de todo eso y que se transforme en responsabilidad asumida en la interdependencia.
Había también una gran dosis de violencia sobre la que yo no concientizaba para nada en esta época, relación de utilización mutua, pasando al acto para compensar nuestras miserias escondidas a través del derivativo del placer, bajo el pretexto del amor y la libertad… Y además una ira enorme, subyacente, contra mis padres ausentes, en las nubes, y mis madres castradoras e injustas.

A partir de aquí no me voy a extender demasiado en el aspecto anecdótico de mi vida, solo voy a dar algunos elementos que me parecen significativos con el fin de captar hasta qué punto las circunstancias son reveladoras de mi ser en toda su complejidad y no la causa solamente vista como productora de la consecuencia/efecto, lineal en el tiempo.

  • Después de tres años pasados en Marruecos estudiando con Nino, un yogui-pianista, en los que mi vida siguió con el mismo impulso, mientras yo leía a Krishnamurti, me empecé a cuestionar todos estos desgarros interiores, entre polos opuestos e intenté encontrar un sentido en todo eso. Regresé a Francia, inicié mi formación en “Osteodynamie”, recuperando poco a poco mi integridad, mi cuerpo físico y energético, sintiendo la presencia de mi alma.

Luego me mudé al campo y, viviendo en una antigua granja remodelada, pasé seis años en total abstinencia, a la escucha de mí-mismo, luchando mucho y en negación de lo “emocional” que, para protegerme a todo precio, consideraba entonces como un epifenómeno producido por el pensamiento, obstáculo principal a la “verdadera vida”.

  • Toda esta protección explotó cuando me encontré con Paulina, ecuatoriana, bailarina y coreógrafa contemporánea, practicante de la Anti-gimnasia, que se formaba en diferentes terapias psico-corporales. Empecé a abrirme a través de la psicoterapia de Integración Postural, el Rolfing, las dinámicas de grupo, luego con el Rebirth y los seminarios intensivos hacia el “Yo soy”. Dentro de esta movida encontré a Marcelle, después de trámites muy emocionantes… Años de entusiasmo y al mismo tiempo años terribles y agotadores, compartiendo en pareja todos estos talleres y formaciones.
  • Desde este amor profundo donde compartíamos todo, nació Flora, en casa; y dos años más tarde, Luciano, en Ecuador, a donde habíamos decidido “dar el salto” e instalarnos para trabajar y desarrollar los “savoir-faire”[1] de cada uno. Todavía en Francia, me encontré y “trabajé mi vida” con Jean-Michel quien, con Simone, reorientaba su práctica terapéutica hacia el Abandono Corporal. Una semilla fue sembrada y algunos años más tarde durante mis viajes a Francia yo retomaba esta búsqueda ontológica en sesiones individuales con Jean-Michel y en grupo también, con Jean-Michel y Simone juntos.
  • Desde mi encuentro con mi pareja Paulina, casi treinta años transcurrieron, prácticamente la mitad de mi vida; todos mis parientes cercanos desaparecieron, uno tras otro: Odette, desde hace un poco más de dos años, luego de que restableciéramos una rica relación por una parte epistolar y, por otra, durante nuestros viajes a Le Chesnay.
    Queda Claire con quien se dio poco a poco a través de las adversidades una relación de amistad, respeto y complicidad, lazo precioso y presente.
  • Entonces, en el 2018, ¿por dónde voy, luego de todo este trabajo y camino seguido? Me quedo con observaciones y cuestionamientos, todos muy subjetivos. El Abandono Corporal y la Búsqueda Ontológica son el centro de mi vida. Podría decir más: la Posición interior es el eje y el compromiso constantemente renovado de mi vida actual. Nada de comodidad, en plena vulnerabilidad, en plena receptividad, lo que es muy difícil y a menudo extremadamente doloroso, pero al mismo tiempo, “tomar cuerpo” dentro de este inmenso flujo de la vida es algo único, extraordinario. Hay un espacio de calma interior en general que puede acoger en su paradoja los polos extremos, todos a la vez, sin tener que pasar del uno al otro de una manera lineal. Todo está aquí, en movimiento, junto.
  • Casi cada día me doy más de una hora en Abandono Corporal, acostado o parado, práctica, por el momento, indispensable para mí: el hecho de habitar mi presencia en movimiento, al ritmo paradójico de la vida, sin provocar nada y tampoco sin impedir nada, de estar sencillamente “ahí” donde se cruzan todos los espacios y todos los tiempos, me parece la mejor “preparación” a la vida, y sobre todo, lo siento, a la muerte…
  • Igualmente, mi posición interior, como terapeuta, recibiendo, haciendo espacio a todo lo que me provoca, sin ocultar nada, la presencia, la expresión, la palabra de mis pacientes (a través del trabajo no verbal y verbal), reactiva durante horas cada día mi práctica de búsqueda ontológica y de filiación recíproca, que continúa también en la relación con la familia y cercanos. Aquí quisiera compartir algunos extractos recientes de mis notas de mis cuadernos de manuscritos donde relato mi trabajo interior y mis investigaciones musicales:

21 de febrero de 2018

Parado: Es realmente de esta manera con la que me conecto con la “cepa sin fondo” de la miseria, del sufrimiento humano ligado a todos los trastornos de la materia, las relaciones de fuerza que se dieron durante millones de años antes de encarnarse dentro de la carne humana… Los movimientos son dolorosos, rotos, vacíos, repetitivos, sin dirección, pero están ahí, para habitar, como los otros. Los que son más fluidos, encadenados, “armoniosos”, son también cepa de lo humano, de su eterna búsqueda de equilibrio, de completud, y de mejorar sin cesar su relación consigo mismo, con el otro, con los diferentes reinos del mundo que ha “descubierto”, su Mundo.  Estas dos cepas, no van la una sin la otra. Ser es habitar todos estos mundos, diferenciar lo que es constitutivo de lo que no es, discernir lo que es “reactivo” de lo constitutivo, de cepa. Hay un “constitutivo de segundo nivel” que –podría decir– se constituye personalmente o culturalmente a través de la institución, con el fin de protegerse, ocultar el “constitutivo de fondo”, pues “irrecibible” o no recibido, demasiado enorme, demasiado doloroso o “enloquecedor”. Y a menudo, para arreglar las cosas, se toma lo constitutivo de “segundo nivel” por aquello de cepa. Puedo crearme dolores o conflictos bastante devastadores, repetitivos y “culpabilizantes” que evitan que siquiera se alcance a rozar lo constitutivo de fondo; y toda la sociedad se acomoda muy bien a esta situación. Así los niños nacen de cualquier manera; los locos, los marginales están catalogados, curados, encerrados; los ancianos terminan seniles en el asilo y las fuerzas armadas sirven para defenderse del enemigo. ¡Así va el Mundo… mi mundo!

28 de febrero de 2018

Acostado: Movimiento de apertura extraordinario. Mi alma recibe todo lo que es y lo que ha sido. Comprendo entonces realmente en mi carne lo que quiere decir “vivir sin proyecto”. Las imágenes son la institución interior y exterior. Vivir este momento sin imágenes, sin la institución interior, es vivir el espacio que recibe. No hay proyecto sin imagen, sin imagen de sí mismo, sin “proyección” de mi propia institución. ¡Queda el espacio abierto, intensamente vital, vibrante, incandescente! Ahí no hay más protección, por lo menos por un momento… Lo humano está presente tanto en su contenedor como en su contenido. Todos los reinos están ahí…

12 de marzo de 2018

Parado: Vivo la paradoja, a la vez el desamparo, la contorsión, el “mal” en toda su profundidad, y la paz infinita de las profundidades, un silencio sin fondo, verdaderamente soportable. El hecho de vivir los “opuestos” a la vez es único, como el ser (yo) que lo vive. ¡Experiencia única en movimiento que se renueva sin cesar, nunca adquirida!

14 de marzo de 2018

Parado: Eso me permite explorar zonas, lugares completamente desconocidos. No hay palabras para nombrar estos lugares, justamente porque permanecen desconocidos, no han sido recibidos antes, ahora parecería que eso es posible. Es totalmente nuevo para mí. Me quedo sin voz por un instante.

19 de marzo de 2018

En el suelo: Soy un animal-vegetal submarino de las grandes profundidades, acurrucado en forma de bola, movido por constantes e infinitos sobresaltos, con una especie de antenas-ojos febriles que captan ondas, mensajes que vienen desde lejos en la oscuridad. Defenderse contra algún peligro inminente dentro de una noche sin fondo… De ahí provienen muchos de mis comportamientos actuales, así como de mis hermanos y hermanas humanos.

11 de abril de 2018

Parado y luego en el suelo: Posición fetal, miedo, abandono, SOLO, refugio en el recogimiento y posibilidad de unidad en la desolación. Muy difícil quedarse en este lugar. Yo como objeto que se acarrea de un lugar a otro. ¿Cómo no buscar “compensaciones”, aferrándose a una red de marcas ligadas al placer en el mundo exterior?

  • Llegado a este punto, creo que dispongo de suficientes elementos para formular algunas “observaciones” personales, luego más “generales”. Sin deshacerme de mi subjetividad asumida, en relación a mi sexualidad y a la sexualidad de los y las que la sociedad que hemos creado considera “en el camino recto” o marginales. La homosexualidad en mí no ha sido borrada, tampoco cambiada por alguna otra expresión, tampoco curada. Sencillamente, ella encontró un LUGAR PARA SER: habitándola, la dejo estar al interior de mí, sin complacencia y, no obstante, sin actualizarla; es decir, sin pasar al acto de ninguna manera. Puedo penetrarla y ver que, en mi caso específico, ella se ubica dentro de lo “constitutivo de segundo nivel”, evocado anteriormente.

A través de las circunstancias de mi vida y los encuentros que orientaron mi sexualidad, se entretejió una red extremadamente apretada de memorias sensoriales, imágenes, lugares, una verdadera institución atravesada por el placer, la violencia, el miedo, la culpabilidad, un tejido que me permitió construir estas murallas que me protegían de lo “constitutivo de cepa”.

Mejor valía vivir este infierno prefabricado antes que abrirme a este fondo de la humanidad, casi “irrecibible”. Se despierta en mí todavía, a veces, todo este tejido, pero me responsabilizo de él, tengo la clara decisión de no actualizarlo, no alimentarlo, renunciar, renunciar, renunciar…

  • Antes, esta red, no tenía limites, invadía casi todos los aspectos de mi vida. Desde ahora tiene su lugar donde puede manifestarse, dentro de mí, domesticada. Este lugar, lo habito con toda mi alma como habito también tantos otros lugares donde me alcanzo con todos los humanos, hombres y mujeres. Como lo dice Aimé Hamann: “no hay nada en mí que no pueda ser vivido por los otros humanos y no hay nada en el otro humano que yo no pueda vivir”. Esto es el cuerpo-humanidad, la filiación recíproca, la interdependencia vivida a través de la total especificidad de cada uno, su subjetividad asumida. Este LUGAR PARA SER lo relaciono entonces con esta mezcla del deseo vivo y de la necesidad; existe pues, gracias a la posición interior renovada sin cesar. La red muy densa, casi impenetrable del pensamiento que ligaba el deseo a la necesidad, ha sido recibida, habitada, penetrada, perforada; las mallas de la red han sido distendidas. Veo a través…

Disociación entre el deseo y la necesidad, discernimiento sin elección, presencia en la experiencia paradójica.

  • Tantas personas, tantas maneras de vivir su propia sexualidad… cada variación de la sexualidad manifestada por cada persona única, y cada persona única merece amar y ser amada a su modo. Aquí cito a Aimé Hamann:

Se llega hasta el hecho de definir a las personas a través de su sexualidad, señalándoles como heterosexuales, homosexuales, mironas, sádicas… Bajo estos términos se esconden juicios de valor, sufrimientos infinitos y para todos, límites debilitantes. Tal vez llegue el día donde estas personas fuesen solo personas (89, las traducciones de las citas de Hamann son mías).

Esta cita se completa con esta otra:

La sexualidad humana se carga de un pesado pasado. Todas las sociedades se encargaron de ella, para estar institucionalizada, cargada de oprobios o exaltada. Está al mismo tiempo cargada de tabúes y se vive en secreto, así como también puede ser el objeto de exhibición desvergonzada. Fácil objeto para castigar, se le toma ampliamente como chivo expiatorio, y con razón. Ciertas formas de la sexualidad representan graves problemas: cuando se trata de niños, por ejemplo; cuando su propia vida o aquella de los otros está en juego. Entonces las sociedades tienen que protegerse y en algunos casos tienen que proteger a los individuos de ellos mismos (88).

  • Estando yo en posición de receptividad y de búsqueda ontológica, el otro que se presenta con su organización única de expresión y de somatización es fuente de aprendizaje para mí, fuente de apertura a más humanidad, fuente de desmoronamiento mutuo, de filiación mutua.

Humanidad una, uno en todos, todos en uno.

Habitar con responsabilidad nuestras determinaciones es fuente de libertad.
Mantenerse parado en el fluido e incandescente movimiento del ser de cada uno es, creo, por primera vez en la historia humana, intentar vivir, estar en relación, tomar decisiones, sin buscar la protección de la institución, cualquiera que sea su naturaleza, interior o exterior.

Para terminar, hago una pregunta probablemente loca: ¿sería posible vivir sin imagen, sin proyecto, sin institución? (no digo que tengamos que negar la imagen, el proyecto, la institución…) ¿No sería una revolución permanente? En algunas semanas los grandes problemas de la humanidad estarían prácticamente resueltos…

  •  Pido al lector un poco de indulgencia frente a la redacción más bien caótica, sin retórica y aparentemente desordenada de este texto.

Se manifestó, un poco, como se da el “trabajo verbal” alrededor de la mesa del comedor común, durante los seminarios de búsqueda ontológica.

Este año desgraciadamente no puedo participar en este encuentro, pero dedico estas líneas a mis “compañeros y compañeras de camino” de los seminarios, con muchísimo afecto: Queridos amigos, es un poco una manera de estar con y entre ustedes, en ustedes como están ustedes en mí, EN LAZO.

Bibliografía

Hamann, Aimé. Au-delà des psycothérapies. L’abandon corporel. Montréal: Les Éditions de l`Homme – Stanké, 1996.


Notas

[1] En castellano, “saber hacer”.

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