Rubén Ortiz
Género: Teatro de objetos documentales
Creador/a: Oligor y Microscopía
Título de la obra: La melancolía del turista
Año: 2020
Lugar: Ciudad de México
1.
El viejo dios Cronos, entre otras cosas, fue el dios de la Tierra de la abundancia, de la Era dorada donde todo estaba al alcance de la mano. Si no había necesidad ni trabajo, pienso, no había ni distancia ni tiempo. Ningún lugar a dónde ir ni nada que esperar. La vida del ocioso: la meta del turista.
Pero vino Zeus que castró y destronó a Cronos y el tiempo, suspendido antes, inició su marcha. Tiempo no había, sino latencia de tiempo que la violencia de Zeus desató.
2. Elvis Presley, en 1963, le canta a Margarita y renueva su confianza en el trapecio, influenciado por el amor y el paisaje de Acapulco.
En 1967, la joven Ana Martin baila frenéticamente mientras suena el Bule, Bule en una película que, obviamente, sólo puede llamarse Acapulco a go go.
Un año después, Raphael finge ir en una lancha que arrastra a un par de esquiadoras, mientras canta los milagros de Acapulco.
Si el cine es la narrativa mítica de la modernidad, Acapulco bien podría ser algo así como la Atlántida de nuestro imaginario. Acapulco, rinconcito donde hicieron su nido las olas de la modernidad afectiva. La tierra prometida del mismísimo american way of life.
3. 2019. Shaday Larios y Jomi Oligor persiguen un fantasma, la imagen de una postal. En ella, un clavadista hace su performance: cae. Cae desde lo alto de una roca llamada La Quebrada hacia el mar. Tres o cuatro segundos de trayectoria que cortan el aliento.
La Quebrada: punto ineludible de la travesía de los turistas de Acapulco. «Aquí, ladies and gentlemen, la piel canela arriesgará su vida a cambio de sus dólares. No se pongan cómodos, si no le impresiona la destreza del clavado, sí lo harán la impresionante altura y el jugueteo tan travieso como peligroso de las olas en las que el clavadista habrá de sumergirse unos segundos antes de… ¿volver a salir?».
Larios & Oligor (escrito así, como si fuera el nombre del circo más famoso del mundo) buscan una estrella caída del cielo. Pero sólo encuentran hoteles cuyas fachadas han perdido letras, calles atestadas de miedo, un lujo que sólo es leyenda. Para 2019, Acapulco es una de las ciudades más peligrosas de México y del mundo.
En el trayecto, sin embargo, los artistas han encontrado también a uno de los clavadistas, El Peque, y han entrado hasta su casa, hasta sus recuerdos. Clavadista por herencia, también ha sido un ganador de competencias y, con su oficio, se ha sostenido y ha sido feliz. Luego, sin embargo, la corrosión. Cómo explicarse que se trata de un solo movimiento: la pesadilla del presente es el reverso del sueño pasado.
4. Mientras escribo estas líneas, el gobierno cubano, a través de los medios en su poder, denuncia por terrorismo y traición a una parte de los 300 artistas que el 28 de noviembre se plantaron en las afueras del Instituto de Cultura en La Habana, para protestar por la detención de algunos de los participantes del Movimiento San Isidro. Algunos de estos artistas, a su vez, se encontraban en huelga de hambre y sed luego de la detención del rapero Denis Solís.
El Movimiento San Isidro nació luego de la publicación y puesta en marcha del Decreto 349, que regula (más bien censura) expresiones artísticas que no cuenten con el aval gubernamental.
Si no se tratara de Cuba, podríamos denunciar a todas estas acciones gubernamentales como propias de una dictadura.
¿Qué Camilo Cienfuegos podrá decirle a este régimen que no va bien y que tiene atrapada por el cuello a la paloma de la conciliación?
5. En La Habana también, Larios & Oligor han encontrado, además del derrumbe de las casas en Centro Habana, a Guillermina Delis Barrientos. Ella enrolla tabacos, los fuma y vende su propia imagen en La Habana Vieja. Estrella fugaz de otras marquesinas, su imagen es la de la Cuba vital, alegre, la que toca sones en cada esquina gracias a los sacrificios de la Revolución.
Guillermina es una de las tantas personas de la isla que sobrevive de la buena voluntad de turismo. Su pequeño espectáculo, como el de El Peque, va pegado a su cuerpo y también lo desgasta. Y ahora todavía más cuando ya no puede vender las impresiones de su imagen. Los turistas simplemente las toman, las extraen.
6. Camino por La Habana Vieja. Un par de muchachas vestidas de rumberas, me toman de cada uno de los brazos y le dicen a mi pareja: «tómanos una foto». Dudamos. No queremos. Esto es un asalto. Aún así, entendemos y cedemos. Pensamos en darles lo que hay en el bolsillo, un CUC o tres. Nos ponemos en posición -ellas no han dejado de apretarme, su cercanía me duele- y sin avisar, cuando va el «dos» de la cuenta de tres, cada una me planta un beso en cada mejilla. Me ruborizo y, decididamente me encabrono. Me sueltan y una me dice: «bueno, caballero, ahora debes darme a mí 5 CUC y otros 5 a ella». Entonces saco de mi bolsillo 3 CUC y respondo: «Es todo lo que tengo y es todo lo que les voy a dar». El par de medusas me arrojan sus serpientes, sus insultos son tan impresionantes como bien actuados. No cedo. Se marchan maldiciendo. Ahora estoy encabronado, buscando un pañuelo para quitarme el carmín de las mejillas, y además me siento culpable.
7. «Actualmente, además de colonizador, el turismo es extractivista porque su explotación económica reúne todas las condiciones que encontramos en otras formas de explotación de los recursos comunes. Si comparamos el funcionamiento de la industria turística con los parámetros que caracterizan el extractivismo en América Latina, por ejemplo, sus principales rasgos se reproducen punto por punto».
Marina Garcés.
8. ¿Por qué los romanos asociaron al viejo Cronos con Saturno?
¿Por qué Saturno se volvió el regente de la bilis negra?
Humor seco, lentitud, pesadumbre, tristeza. La melancolía es el paso de la Edad de oro al tiempo demasiado humano. Hay que ganar el pan con el sudor de la frente, hay que parir con dolor, hay que hacer el éxodo. La vida, la simple vida es ahora sobrevivencia.
Do están los campos siempre dorados
Do los ríos de vino y las salchichas colgando de los árboles
Do las margaritas en el ocaso de la Bahía de Acapulco
Do la dictadura del proletariado ha escondido los sueños de futuro.
9. Estamos en un pequeño teatro. No somos más de cincuenta personas. Se enciende un viejo proyector. Se escucha su tac-tac anunciador de maravillas.
Así comienza La melancolía del turista, la bitácora de viaje que Larios & Oligor (Oligor y Microscopía, de hecho) han elaborado a partir de sus estancias en Acapulco y La Habana.
En ambas estancias ha sobresalido, ante todo, su mirada meticulosa sobre la infralevedad de las cosas: vestigios, huellas, restos, pero también anhelos, gestos, visiones. Se trata, como en los mejores circos, de números donde la destreza mecánica y el delirio poético buscan salidas nuevas y generan impresiones novedosas. En este caso, más que novedosas, entrañables.
A través de las composiciones ópticas y mecánicas de Jomi y del tejido poético de palabras de Shaday, lo microscópico se da vuelta a sí mismo para mostrarnos un paisaje mayor y desatar nuestras propias imágenes.
En La melancolía, las vidas de El Peque y Guillermina ofrecen la intimidad como pasaje crítico hacia la impasibilidad del tiempo que configura y desconfigura. En este caso, se trata de un par de utopías de sentido contrario: la del desarrollismo latinoamericano y la de la revolución que se le opuso. En ambas, el turismo fue un enclave decisivo: como confirmación de las bonanzas del régimen hacia los que vienen de fuera. Más de cincuenta años después, el turismo se muestra como clavo ardiente al que se aferran vidas que vivieron un tiempo mejor.
Y, sin embargo, hay algo en la puesta en escena que da la vuelta a todo esto: las recreaciones, los montajes mecánicos de los objetos, la intimidad que crea el teatrino, la sensación de oleaje que genera la escritura y, sobre todo, la comparecencia hospitalaria de Shaday y de Jomi, presagian algo distinto. En medio de toda esta melancolía hay latencias, movimientos sutiles, relaciones: todo aquello que ha hecho de la vida algo más que sobrevivencia, sino aventura y reposo.
Para quienes pudimos estar en la función en la que el Peque dio testimonio vivo y con su familia sumó relatos a los que acabábamos de escuchar, esas latencias comenzaron a resonar bajo nuestra piel. Nuestro fue el clavado hacia el inmenso mar de los deseos.