Ábrete Sésamo, de Sr. Maniquí

Isadora Ponce

Género: Música

Creadora: Sr. Maniquí, proyecto solista de Mariela Espinosa de los Monteros

Título de la obra: Ábrete Sésamo

Año: 2020

Lugar: Plataformas Digitales (Bandcamp, Spotify)

25 de Enero, mi ventana con las flores del parque.

“Estar a la escucha es siempre estar a las orillas del sentido, o en un sentido de borde y extremidad, y como si el sonido no fuese otra cosa que ese borde, esa franja o ese margen: al menos el sonido escuchado de manera musical, es decir, recogido y escrutado por sí mismo…como sentido resonante, sentido en que se presume que lo sensato se encuentra en la resonancia y nada más que en ella”.
Jean-Luc Nancy

Componer desde un cuerpo femenino es crear desde las ruinas y la desidentificación. Habitar el espacio del despojo, es hacer del escombro la posibilidad de crear un nuevo territorio de exploración y subjetivación. Uno distinto del que nos enseñaron.

El primer gesto que se dibuja en la propuesta artística de Sr. Maniquí es volver al cuerpo como centro de la experiencia sonora. Un maniquí con un corazón abierto al que le brotan hojas y le nadan peces, dibujado sobre el cuerpo desnudo y borrado de Mariela es la portada de Ábrete Sésamo. La primera pieza: Lumbre (Orbe su nombre original) de la poeta Sarawi Andrango, un canto que es ofrenda al cuerpo, al que los arpegios cíclicos de la guitarra y el piano lo convierten en mantra y útero, un rezo propio; la última: Ábrete Sésamo de Ana María Iza, el deseo de un cuerpo, de lo que no hizo o está por hacer, el deseo cotidiano representado en la sonoridad más rockera del disco -¿y cómo no? si en este país nuestros cuerpos y el campo del deseo siguen siendo un territorio ocupado-, pero también es la llave que llevó a la compositora a encontrar en la poesía de mujeres aquello que no encontró en la música ecuatoriana: una habla común para resonar. La necesidad de componer desde una narrativa afectiva que esboce múltiples formas de sentir y desear,  de habitar la piel desde la experiencia fragmentada del sujeto en el mundo, se refleja en las nueve poesías de mujeres y disidencias que Sr. Maniquí transduce en canciones. Cada una con su propio timbre[1] cuyos armónicos[2] parecen salir de la experiencia afectiva, por ello, no siempre son los esperados.

La obra de Mariela sitúa al cuerpo femenino en la música y lo sonoriza expandido. El entendimiento del cuerpo que disuelve la representación se extiende a la música y torna a su propuesta en cuerpo sonoro de varias capas. Una piel de cables donde la tecnología es una extensión del instrumento, la máquina enrevesada, humanizada, sintetizadores como caricias y gritos, como el tejido dentro de la piel que producen un espacio virtual donde el sonido acontece: aparece y se desvanece aún en su permanencia. Una voz que acarrea las huellas de múltiples historias y autoras. Fragmentos sonoros que resuenan universos musicales y en ellos el eco de otros tiempos, espacios y afectos.  La plasticidad de la forma: poesía que deviene en canciones e ilustraciones de un fanzine que acompaña el álbum. El collage que juega y dramatiza como forma de composición y pensamiento. La metáfora que encuentro para aproximarnos a su obra es un palimpsesto acústico[3]: Ábrete Sésamo como el resultado de movimientos que borran e inscriben. Actos que lo convierten en una grabación de muchas capas, pero no ponen al texto como eje sino a la escucha como método y práctica[4]

En la obra de Sr. Maniquí,  la poesía al ser sonido se propaga en el espacio donde resuena, a la vez que lo hace en su cuerpo, sumergiéndolo en sus memorias y experiencias afectivas para entrar en otra persona y habitarla desde su resonancia, produciendo simultáneamente otra. La escucha como práctica corpórea ahoga al sujeto -los cuerpos de ellas- y el objeto -poesía y música- a la vez que lo reescribe, como un conjuro en el que se poseen mutuamente. Escuchar cantar a Mariela, que a su vez son varias, es entender la voz como el resultado complejo de historias que dan cuenta de prácticas de clase, raza, género, y en este caso, hacen audible fragmentos de la experiencia de un cuerpo borrado, visibilizando el palimpsesto corporal[5] e ideológico que habitamos las mujeres.

En este proceso donde la poesía resuena en el espacio interior y exterior del cuerpo, y vuelve a emitir su sonido ensanchado, también se despliega una nueva forma de composición semejante a la del collage. Uno de universos sonoros, no de géneros musicales, que explican que el rock experimental encuentre a Feist, el minimalismo a Violeta o PJ Harvey, que ese neo/indi/experimental folk, no haga más que reafirmar que Bojrk, Meridth Monk, Diana Cluck, son formas de pensar el sonido. El juego con la materialidad parte de un espacio intuitivo que se refleja en la premisa de explorar un ritmo y camino distinto en cada canción, que se manifiesta en su particularidad tímbrica. Las incisiones aparecen en la letra donde se cortan o se modifican palabras del poema original, pero también en el sonido donde la mezcla de sonoridades corta su “purismo”. El Cortey pegue de varios universos sonoros crean contornos con la voz y muestran un proceso de capas absolutamente exquisito en su factura. Por ejemplo, en Todo se Mece, descubrimos el detalle minucioso con cada sonido, su sutileza a veces forma hojas u otras solo escamas de color y espesor. Lasarticulacionesentre instrumentos acústicos y digitales dejan ecos mutuos. En la voz se refleja esta dimensión palimpséstica de las tecnologías de grabación, que no siempre puede ser aprendidas solo por el oído y habitan como fantasmas aurales en la obra de un cuerpo que ya no entiende la idea de “original” y “puro”. Los diversos encuentrosentre poesía, música e ilustración, generan una colaboración artística donde el trabajo de una parece ser el lienzo de la otra, un diálogo de mujeres creando. Conexiones que producen una historia fragmentaria y no discursiva, que dinamizan el espacio-temporal y nos llevan al tiempo propio de la música. Un tiempo que habita la repetición y se experimenta en el devenir del presente. Uno que confluye el antes y el después, que se debate entre entrelazar un pasado que retoma y un futuro que proyecta (Deleuze, 1989).

En el prólogo del fanzine que acompaña el disco, Mariela escribe:

«yo padecía de “orfandad cultural”, la maldición de los mestizos citadinos, aún así sigue haciendo música  .    .     .
No puede ser que aquí no haya una Violeta Parra, una Amaría Elena Walsh o una Chabuca Granda con la cual pueda sentirme conectada e inspirada, y ya que no la he encontrado -aún- en la historia de la música ecuatoriana entonces la voy encontrar en la poesía…”.

Tal vez es en esa desidentificación del cuerpo que se ve en el espejo de un ecosistema musical masculino, bastante ortodoxo, colonial y autoreferencial donde emerge la posibilidad de lo político de reacomodar los materiales sensibles y desplegar una política del acontecimiento. Ábrete Sésamo es acto de reescritura  para volver a lo que pensamos concluido, a esas representaciones de la experiencia que se inscriben en la palabra y el sonido como posibilidad de resonancia. Volver al tiempo de la incertidumbre que asume el espacio de ambas como registro de creación de un cuerpo que ensaya, cuyas acciones son experiencias que adquieren una disposición que va tomando forma en el proceso de su praxis. Con su música, Mariela nos recuerda que escribir y componer no es otra cosa que hacer resonar el sentido más allá de la significación, que ambas no representan, sino son experiencia.

Un acontecimiento pasa sin ser previsto. Es una fisura que desborda ciertas categorías aprendidas y nos invita a crear nuevas formas de percepción. Un espacio inseparable de los elementos, los cuerpos y las vivencias que lo componen, porque son ellos en los que se efectúa y realiza (según que entiendo de lo poco que he leído a Deleuze y Guattari).

Esta es una rescripción de la carta a mi amiga
un intento de darle sentido a ese acontecimiento que es
escucharla.

7 de Octubre, 11: 35 PM, mi ventana.

Un trozo de montaña borrado
es el encuadre de inicio.

“No puedo hablar con mi voz sino con mis voces”
Alejandra Pizarnik

Mariela,

Karina Sánchez, Los senos maravillosos.

Las palabras ocupan el espacio. El sonido, la temporalidad múltiple que inunda las formas y los recorridos. El cuerpo se refracta: el tuyo, el de ellas, el mío, el de nosotras, el de este escrito que no sabe cómo tejerse porque la música nos desborda. La disposición del pensamiento racional masculino es serpiente que me asfixia y se enreda con las corrientes de mi cuerpo. No puedo escribir un ensayo sonoro-académico de Sr. Maniquí, porque siento que seria quitarle lo político, que es de las cosas más bellas de tu música y de la vida, más aún cuando aquí se despierta en el cuerpo arrojado a ese espacio intermedio del mundo en común que nos vincula y separa; que crea relaciones entre cosas que supuestamente no la tienen, que se vuelve acción y práctica de libertad creativa e inaugural. Un espacio político feminista, porque aún en su resistencia sígnica, tu música no deja nombrar desde ese lugar.

Por eso, escribo una especie de carta, porque es mi primer contacto afectivo con la escritura; porque tiene otro tiempo, uno que encierra pausas, silencios y distintos movimientos, que se teje en la memoria individual y colectiva, en la imaginación con tus sonido que parecen tomarse el plano de lo “real”, pero sobre todo,  porque es llevarte a ti y a tu música en mí, e ir nombrando lo cotidiano con los sonidos de las dos y no querer que la escritura tenga un final; una escritura fragmentaria que produce un desorden de inscripciones en diferentes superficies y me fuerzan a seleccionar fragmentos de ti y de mí. -A veces pienso que la carta es una forma de disposición del pensamiento, una manera de pensar que nace por y con la otra, una forma de escuchar, dialogar y quererse en silencio que se gesta en el afecto y la intimidad que se construye en el momento de su lectura, que en mí brota cuando el sonido, la palabra y el tacto me toman-.

En mi mundo sonoro masculino, es la primera vez que escribo de una compositora, y al inscribir esto lloro, por todo: por rabia, amor, dolor, placer; porque en mi memoria con los sonidos la música siempre ha sido el lugar para todos los llantos. Y me siento en el MAR, y nos pienso a ti, a la Juana y a mi, cada una en una hamaca escuchando las olas, viendo como el cielo cambia en segundos con la humedad y nuestros sentimientos enredados, interrumpiendo el viento del espacio con un tabaco o una palabra que deviene en algo que congela el tiempo y siempre se siente bien. Quizás porque eso es tu música: olas de un mar revuelto, como el mar en el que aprendí a nadar donde la pulsión y el movimiento nunca cesan y son siempre distintos; donde antes de lanzarme al vacío que te acompañan en cada brazada me enraízo en la arena, me anudo el pelo, trazo el movimiento cambiante, acaricio el agua y le hablo al mar; dejo que las corrientes me ocupen, así como tu música, sin un principio ni un final, y que mi existencia sea un punto insignificante en medio del urdimbre de vida.   .     .     .      .

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Resonancias

Justina Siksnelyte

El sonido oscila entre el vientre y el piso pélvico, vuelvo a abrir a Hannah Arendt, la primera filósofa mujer que leí en la universidad, no sé si como un acto instintivo o como una forma de volver a descubrir desde los sonidos de una mujer a otra. Me dejo ir en el reflejo de tu música de dialogar con la resonancias de otras  y tornarlas espacio público, ese lugar donde nos encontramos con otras que también actúan y nos afectamos de distintas maneras, sin saber con certeza los efectos de nuestra voz, como dice Hannah. La música me lleva a ese concepto de libertad que se cuela por los bordes y se desplaza al entendimiento de la política que no se ancla en el sujeto sino en el mundo, en lo cotidiano que es ese espacio de creación donde la vida es material y compartida, y por ello, distinta, múltiple, contingente, sin dejarnos olvidar que las prácticas y la experiencia de libertad no son iguales para todos los cuerpos. Que uno es libre cuando puede actuar. Y yo todavía soy hierba; vivo en la esquizofrenia continua de ríos que me entierran y yo a ellos, de buscar raíces y luchar contra otras; y aunque mi papá se sentó durante años a jugar ajedrez hasta que aprendía a mover los alfiles mejor que él, tuve que tener un amiga compositora para tocar mi primera obra escrita por una mujer, y hacer pública mi Carmen es un recorrido que todavía duele, porque el deseo es un campo que para nosotras a veces es guerra.

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Algo similar a lo que me pasó cuando en el libro Los Senos Maravillosos encontré esta imagen, me pasa con tu música.

Vuelvo a la música, pongo el disco desde el inicio, escucho esos sonidos que no me dejan quedarme en ningún tiempo ni asignarme con un solo pronombre, escucho Pobre Narciso y siento como mis dedos trazan dibujos en mi cuerpo, como cuando juego a crear formas con los lunares de mis hombros y mi seno izquierdo o repaso las estrías de mis caderas y muslos e intentó acariciar las marcas de un tiempo que, aunque intento e intento, todavía las siento como condena. Y los arpegios del piano y la guitarra, y el clarinete como viento de fuga me producen una belleza silenciosa parecida a la luz de las cuatro de la tarde sobre la madera negra de mi piano: imagen que no se manifiesta, sino que se oculta y se cuela como reflejo en los sonidos, lanza destellos de luz hasta que detiene todo y me quedo con la poética de la ventana, de mi intento de tener un cuarto propio en mi casa rústica de campo perdida en la Mañosca.Y la voz me jala nuevamente, me disloca al sonido. Me ahogo en el ambiente de los sintetizadores y en mi cuerpo que desea. Grito. Juego. Gozo. Me muevo libre en las palabras, en el baile y en la resonancia de tu voz que me llevan a la de ella:

Gabriela Ponce, Sanguínea.

Los sonidos se localizan, bajan. Siento la energía de mi cuerpo fluyendo en mis extremidades. Vértigo. Vacío. La succión en el estómago de ciertas turbulencias aéreas. La pausa eterna porque las montañas siempre están en los ojos. La calma de exhalar porque la forma nunca es igual, porque la vida explota y los volcanesestán adentro y afuera; permean todo. El hueco como órbita que me rodea encuentra su lugar en el vientre. Me muevo como una bailarina contemporánea obsesionada con las superficies. Me masturbo y uno de los pensamientos que me invade es cuántas Carmelas quizás he tenido si el deseo no me hubiese sido mutilado. Pienso que escucharte es una de las pocas sonoridades que se sienten familiares, que hacen eco de una parte de mi oído adolescente y actual, donde las temporalidades son olas y las líneas desaparecen a tal punto que los sonidos de una canción me llevan a las sensaciones de otra. Siento que de alguna manera tu música es como mi cabeza: un caos de prefacios donde la intuición van tramando las certezas. Busco la pausa para poder nombrar, pero los afectos son pulsiones que no encuentran orden. La experiencia sonora es un collage de sensaciones, ideas, imágenes, palabras, recuerdos que van encontrando la materialidad y el sentido en el camino. Me dejo ir en un nuevo espacio que se gesta en el juego de lenguajes que se vuelven extranjeros de su propia lengua.

La voz de otra amiga para poder encontrar palabras que vayan nombrando la experiencia propia que se siente íntimamente ajena –frase de la Dani Alcívar que se quedó tatuada en el nombrar de mi experiencia-, brota:  ¿cómo navegar y volver a la memoria de aquello que no has vivido? como dice la Ale Santillana, y es quizás en esos cortes y silencios donde encuentro la memoria de mi cuerpo que no ha experimentado esta sensación sonora llena de abismos que es tu música, porque como escribe la Ale con las resonancias de otra: no solo son los recuerdos, el dolor, la alegría quienes van tatuando el rostro de las cicatrices, sino también las tajaduras de lo inexpresado. Y todo este desborde de afectos sin una disposición conocida encuentra su lugar en el mar, donde la imagen que flota es mi cuerpo que se torna agua y nada intuyendo, buscando todo movimiento que le haga sentir viva.

Mis noches se deslizan en los pliegues de tu voz y la plasticidad de los distintos mundos sonoros que esbozas. Los sonidos van quedándose en la piel. Reverbero en la percusión, en el dolor de la palabra, en la dulzura de los trazos. Me enfrasco en la soledad; en la mía y en la de todas, me suspendo en ella.  En Sr. Maniquí todo se mece. El poema se disuelve y solo quedan resonancias, un mar de mente, lluvia en los poros, espacio expandido: imágenes-sonoras y palabras ajenas a su propia lengua. La voz se vuelve sonido que destruye la representación, o más bien un artificio que se disfraza, que corta, pega y junta en planos distintos y nos muestra otra forma de construir conocimiento que ya no es ni idea, ni palabra, ni imagen, ni música, sino práctica imaginativa de acción que entrelaza todas desde el cuerpo que, en su grito localizado, desdibuja al sujeto, ese ícono desgastado y roto.

Gracias por tu voz Marie, porque así como para tu alma fue el poema de Sarawi, para mí, tu música es caricia para el cuerpo, placer que aquí es también gozo. Es enrevesarse la piel. Volver a la hamaca; a escuchar el mar, a tí, a la Juana, a la Cane, a Justina, la Ale, la Maya, las Anas, a Pe, a G., Violeta, Elsy, Iliana, Denis, Dolores, Sarawi, Karina, Hannah; a nuestras voces en silencio y en grito; a hacer audible ese espacio doméstico quebrando el lenguaje, y con doméstico, me refiero a ese espacio íntimo donde se va gestando la vida en común. Pero sobre todo, por sonorizar la experiencia del cuerpo femenino creando mundo: un cuerpo que tiene nombre, que somos todas y ninguna porque nos llevamos de alguna manera tejidas en la historia de nuestra piel. Quizás por eso no pude pensar la música de Sr. Maniquí desde lo “conocido”, porque es el inicio de algo: una hebra en una trenza donde no importa que sale de ahí sino el acto de trenzar. Un espacio de libertad, como es para mí escribir y compartirte esto.


Textos citados

Texto: 2

  • Deleuze Gilles y Guattari Félix, Mil Mesetas: Capitalismo y Esquizofrenia. Pre-Textos, 1994.
  • Arendt Hanna, What is freedom? en Between Past and Future: Eight Exersice in Political Thought, Penguins Books, 1993.
  • Ponce Gabriela, Sanguínea. Severo Editorial, 2019.
  • Sanchez Karina, Los Senos Maravillosos. Editorial Festina Lente, 2018.
  • Santillana Alejandra, Feminismos del Desborde: la materialidad del cuerpo que crea y oragnización de la esperanza, en Domestka: Arte, Trabajo y Feminismos. Arte Actual Flacso, 2019.
    Collage de fotos hechos con fotos del texto Los Senos Maravillosos de Karina Sanchez y fotos tomadas por Justina Siksnelyte.

Texto: 1

  • Daughtry Martin J., Acustic Palimpsest en Theorzing Sound Writting. Wesleyan University Press, pág 46-85. 2007
  • Kapchan Deborah, The Splah of Icarus: Theorizing Sound Writting/Writting Sound Theory en Theorzing Sound Writting. Wesleyan University Press, pág  1-24. 2007
  • Deleuze Gilles, Cinema 2: the time-image. Pre-Textos, 1994.
  • Rojas Valeria, Escribir contra sí misma: una micro-tecnología de subjetivación política. Texto presentado en el I Coloquio Latinoamericano sobre “Pensamiento y Praxis Feminista” realizado en Buenos Aires 2009.

Notas de pie

[1] Es la cualidad que caracteriza el sonido y nos permite reconocerlo en su particularidad.

[2] Uno de los elementos que generan el timbre y permite diferenciar el sonido de un tipo de instrumento de otro, o reconocer el timbre de la voz de una persona. Cuando se ejecuta una nota (sonido) se genera una onda sonora que está acompañada por una serie de armónicos que tienen una amplitud que varía dependiendo el instrumento.  Sin embargo, hay intervalos establecidos o más comunes que se generan (8º, 5º, 3º).

[3] Martin Daughtry propone el uso de metáforas para ayudarnos a pensar objeto sonoros y experiencia acústicas como capas (2007,46-84).

[4]  Cuando el cuerpo escucha, interactúa con el sonido conduciéndolo a una dirección afectiva particular, pero también transformándolo en el proceso (Kapchan, 2007, 6).

La cantante-filósofa Nina Eidsheim, propone que el canto es una práctica encarnada que inscribe una   narrativa del cuerpo donde las experiencias vividas y también borradas se inscriben en la voz (citada en Daughtry 2007, 53)

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