Reseñas

Gilda Holst. Obra completa

Han pasado casi 40 años desde que, en 1983, Miguel Donoso Pareja famosamente declarara que el Ecuador no era país de escritoras. Lo que sorprende un poco, en retrospectiva, es que, justo en los años ochenta del siglo XX, se estaba configurando, en los talleres literarios dirigidos por el propio Donoso Pareja y en otros muchos espacios culturales y lugares geográficos del país, la que se convertiría en una de las grandes transformaciones o, quizás, hasta revueltas de la historia literaria del Ecuador: la irrupción de las escritoras en la literatura nacional, cambio paradigmático que, a más tardar en la segunda década del siglo actual, puso a las mujeres en una posición de centralidad en el mundo literario del país.

La pasión según G.H. Obra Completa de Gilda Holst

Más sin nombre que nunca, 1989. Turba de signos, 1995. Más o menos por esos años, con mis jóvenes amigas, empezábamos a separarnos: entre las 210 que desde allí en adelante, adolecemos de todo y que era muy normal y femenino; y, las que empezábamos a tomar conciencia de que estábamos ­o siempre habíamos estado­ un tanto desubicadas, desadaptándonos, progresivamente, de los lugares que nos eran asignados. 

Metamorfosis, el insaciable deseo de continuidad de lo viviente

Metamorfosis es el libro que Emanuele Coccia escribe después de La vida de las plantas. Una metafísica de las mixturas. En él expande su teoría de la continuidad de todo lo vivo: lo que penetra en lo otro y reverbera y fecunda y hace de lo extraño su carne y muta. Se lee como un libro de revelaciones o como un manual ontológico de lo vivo. En cada capítulo se teje, sobre la superficie del mundo, un develamiento que empalma lo viviente en su heterogeneidad y su cambio. No se desanuda el misterio, pero la lectura nos aproxima a una comprensión tan estética como política, de lo que más nos incumbe, más nos atormenta, más nos maravilla; a saber, el abismo de belleza, de luz y de frío que es el mundo.

Sostener la mirada. Apuntes para una ética de la discapacidad, de Karina Marín

Leer a Karina Marín me genera, cada vez que he vuelto a su libro, una renovada conmoción. Leo a la pensadora, a la activista, a la madre que mira a su hijo. La veo entremezclada con los seres y los objetos que hacen parte de su paisaje cotidiano. Y en medio de ese paisaje doméstico y familiar destella la mirada de Karina: su mirada en estrecha contigüidad con la de su hijo. Una mirada que declara abiertamente sus implicaciones afectivas a la hora de pensar el tema de la discapacidad. Una mirada que, en esa su declaración, rompe con todo vestigio de resto positivista: ninguna pretensión de neutralidad, objetividad o distancia. Todo lo contrario, ¿qué mayor implicación afectiva que la mirada de una madre al momento de posar sobre el cuerpo de su hijo?

Odisea: estrategias fantasmas para escapar de la distopía

Odisea es el tercer disco de estudio de Munn, la banda Quiteña que, hace poco más de una década, hizo eco del trip-hop de Bristol de los 1990s. En su anterior trabajo discográfico, Aquí y Ahora (2014), la agrupación capitalina se movió hacia un estilo basado en un ensamble (post)rockero que no abandonó por completo lo electrónico. Siete años después, lo que se escucha es una expansión de estos recorridos. Odisea combina elementos electrónicos, experimentación sonora y tintes de rock. En las 11 canciones que lo componen, continúa la búsqueda espiritual y filosófica de sus antecesores, a la vez que alcanza nuevos niveles de sofisticación.

Cuerpos en migración perpetua: terrenos internos y externos para el vuelo de una Kusi Pichiw

Cuando uno empieza a ser consciente de su propia diferencia sexual no existe un referente de los sentimientos y atracciones que se manifiestan en su cuerpo; los primeros acercamientos de reflejo al propio deseo homosexual, al menos para los maricas nacidos en el contexto de la criminalización de lo joto y la marimachería, llegaron por medio de series y películas. Dream Boy (2008) fue uno de esos encuentros, aunque el film intenta enunciar varias situaciones de violencia, hay otros elementos que llaman la atención al espectador. La película intenta desarrollar la relación que existe entre dos adolescentes gays, en algún sector rural del sur de los Estados Unidos, en un entorno donde parece que la religión es uno de los elementos que marca la vida de la comunidad y, por ende, su forma de comprender el mundo.

Las piernas me tiemblan de alegría, de Stephano Espinoza

La zona regenerada en el centro de Guayaquil tiene baldosas en las veredas. Baldosas que podrían estar en un baño y junto a las cuales se levantan edificios misceláneos: un banco hiper moderno, un motel de color azul marino llamado, quizás, Galápagos 7, notarías, una iglesia, otro banco, un antiguo cine porno transformado en iglesia evangélica, el hotel de lujo Oro Verde y el hotel no tan de lujo Loro Verde, un gigantesco almacen de ropa donde antes estaba la casa donde nació Luis Vernaza, Gabriel García Moreno y, seguramente, si se camina un poco más, se encuentre otra iglesia o banco. En muchos de estos espacios está prohibido entrar en pantaloneta o usando zapatillas, normativas que permiten intuir las contradicciones de esta ciudad asfixiante y tropical.

Uzalá & El ruido rojo de las flores, de Lucía Moscoso Rivera: el camino hacia la sinestesia

Uzalá & El ruido rojo de las flores es uno y dos libros a la vez. La primera parte lleva su nombre por el extraordinario protagonista del relato de Vladímir Arséniev y de la película de 1975 de Akira Kurosawa, Derzú Uzalá. Derzú es un cazador mongol que, a inicios del siglo XX, guía a la expedición rusa liderada por el capitán Arséniev y encargada de mapear la región de la cuenca del río Ussuri en el oriente de Rusia. El contraste entre el cazador y los soldados se palpa en sus maneras de relacionarse con el entorno. Mientras Derzú se relaciona con los objetos y los animales en la naturaleza como si todos fuesen elementos igual de determinantes y sin ejercer las estrategias de instrumentalización que caracteriza a la relación de los humanos con los animales, las plantas, el río; los soldados se muestran arrogantes y burlones.

Radio gesto(s) sin bordes: expandir los actos de la escucha, los modos de estar juntxs

El borde como orilla de algo; como el límite que muestra el extremo más exterior de una materia, de una idea, de un territorio. El borde como franja que separa esto de lo otro. La línea que determina, que contiene y  desde la que, a su vez, se avizora un afuera del cual es posible distinguirse o vincularse con-frente-contra-él.